Según la Real Academia Española, se denomina teletrabajo al trabajo que se realiza desde un lugar fuera de la empresa, utilizando las redes de telecomunicación para cumplir con las cargas laborales asignadas.
Actualmente, millones de personas en todo el mundo han
tenido que adaptarse a este método de trabajo por la pandemia en la que
vivimos. El teletrabajo nos proporciona numerosas ventajas y en este momento la
que más interesa: distanciamiento social.
En las circunstancias en las que nos encontramos por la
COVID-19, cuanto menos contacto entre personas, menos riesgo de transmisión de
la enfermedad. El hecho de que cada trabajador pueda estar en su casa y no en
una misma sala rodeada de personas, reduce notablemente la propagación del
virus y asegura la salud de sus trabajadores.
Sin embargo, no todo el mundo puede cumplir con su empleo desde el hogar, ya que muchos oficios requieren la presencia en este. Conductores, servicios de atención al público, sector servicios, etc.
Por otro lado, también nos encontramos con la situación recurrente de muchos trabajadores que no disponen de una zona aislada en la que llevar a cabo su trabajo. A esto hay que añadirle que, en la situación actual, las familias han tenido que combinar el teletrabajo con el cuidado de los niños que han quedado sin ir a la escuela.
La falta de más de
un ordenador en los hogares ha causado problemas ya que algunas familias han
tenido que alternar el uso de los aparatos electrónicos para seguir el curso y
el horario de trabajo a la vez.
Otro inconveniente para los trabajadores ha sido la falta
de recursos para llevar a cabo su trabajo habitual. ¿Deben las empresas
facilitar los equipos necesarios para el teletrabajo? En sí, las empresas no están
obligadas a ello si el trabajador puede usar su propio ordenador. Muchas
empresas son pequeñas y no pueden permitirse el gasto de ordenadores para cada
empleado.
Está previsto que el gobierno establezca por ley que las empresas reembolsen a sus trabajadores por los gastos que el teletrabajo haya podido causarles. El número de teletrabajadores ha aumentado hasta el 40% desde su anterior 5%, y parece que va en aumento.
¿Será esta nuestra nueva forma de trabajar a partir de
ahora? A eso sólo puede responder el paso del tiempo.
LO QUE AL PRINCIPIO PUEDE PARECER UNA VISITA A UN MUSEO NO SIEMPRE ACABA SIENDO ESO. EL MUSEO REINA SOFÍA ES UN GRAN EJEMPLO DE ELLO. PESE A LA ENORME VARIEDAD DE SENTIMIENTOS Y OPINIONES QUE PUEDE LLEGAR A EVOCAR ESTE MUSEO, NINGUNA DE ELLAS PASA POR LA INDIFERENCIA. PARA SABER MEJOR DE LO QUE ESTAMOS HBALNDO, A CONTINUACIÓN VAIS A PODER SUMERGIROS EN DOS PUNTOS DE VISTA RELATIVAMENTE DISTINTOS.
Carmen:
Cuando me paré ante las puertas del museo mis expectativas subieron como la espuma del mar con marea alta. Una estructura exterior llamativa, con muchos cristales y aspecto histórico. Todo lo que me gusta de un edificio. Sin embargo, al entrar, esa espuma se evaporó como si todas las olas dejasen de chocar con fuerza contra las rocas de los acantilados. Salas llenas de cuadros que, aunque con mérito, para mi gusto, demasiado abstractos. Paredes a rebosar de obras que solo el mismísimo autor podría descifrar. Lienzos demasiado recargados y lienzos demasiado vacíos. Colores muy fuertes y penetrantes y colores tan suaves que apenas los percibían los ojos. A cada esquina, algo nuevo sobre lo que pensar.
Pero no todo para mí fue decepción y contradicciones, hubo cosas realmente atractivas y fascinantes. Un ejemplo concreto fue el Guernica. Había visto innumerables veces ese cuadro en fotos y apuntes de historia del arte, pero los sentimientos que te evocan un solo vistazo son tan indescriptibles como fascinantes. Un cuadro enorme que te muestra los sentimientos del autor (y que si sabes de arte, también te muestra varias connotaciones políticas de la época) y que te hipnotiza.
El Guernica, de Pablo Picasso
Lo que más quiero destacar la visita al museo son dos cosas. La primera: Maruja Mallo. Una gran mujer de la generación del 27 que convivió con nombres tan grandes como Federico García Lorca o Concha Méndez. Pero estaríamos pecando de injusticia si la recordásemos por convivir con grandes nombres y no por ser un gran nombre. La señora Mallo tiene una gran colección de óleos que sin duda son talento puro. Títulos como “La verbena”, “Razas” o “Canto de las espigas” no pueden pasar desapercibidos por las personas que vayan a visitar este museo. Y lo segundo: el conjunto sala de exposición de lienzos y obras con sala de arte audiovisual cinematográfico. La transición de sala a veces está acompañada de pequeños espacios donde se proyectaban películas o cortometrajes, hecho que me parece bastante apropiado, para no solo conocer las obras materiales en cuanto a cuadros y maquetas y esculturas se refiere. Además, esto te ofrece un descanso del monótono paseo que otro museos podrían ofrecer, añadiendo un ápice de variación.
Canto de las espigas, de Maruja Mallo
Nicolae:
La exploración de este laberinto de Creta, cuyo guardián que te acecha no es el minotauro, sino el alma de todas las obras que observas de vuelta en las paredes que les sirven de apoyo y escenario, no se puede describir de otra forma más que aventurosa y desentrañable. Ya que en las horas que pasamos en ese maravilloso lugar apenas nos dio tiempo a deleitarnos la vista con una sola de las cuatro plantas llenas de arte. Sin duda la comparación más acertada para esta gran obra arquitectónica es un laberinto, lleno de pasillos que se entrecruzan, interrumpidos por las distintas cámaras que guardan las obras, conectando entre sí multitud de pasillos.Uno de los puntos de orientación más destacable es el metrónomo gigante (Indestructible Object, de Man Ray). Esta representación a gran escala de un objeto habitualmente diminuto causa un decente nivel de impresión y admiración, cuyo movimiento redundante y monótono, acompañado además de la siniestra imagen de un ojo humano, produce un efecto de casi hipnosis,l que se le queda observando.
Metrónomo gigante (Indestructible Object, de Man Ray).
Entre la multitud de salas que presentaban cuadros estáticos de la primera planta había también salas cinematográficas, representando mediante películas habitualmente antiguas, escenas artísticas o informativas, según quien las describa, describiendo un paisaje familiar al autor de esas películas.
En general, la sensación de misterio de estar andando por el gargantuesco edificio produce un placer ocasionado por el sentido de la aventura, del descubrimiento de distintas obras, como si fueran cofres con recompensas de las andadas que realizas en ese espacio. El andar sin un mapa, sin un guía, en mi opinión, incrementa el interés que se tiene a lo que se descubre. Y no es una exageración, pues como mencionamos anteriormente, el museo destaca por su gran extensión. No sería desacertado compararlo con una mazmorra o una pirámide antigua, cuyos tesoros esperan a ser descubiertos por los aventureros curiosos que se adentran en ella.
Y aunque es imposible que a alguien le gusten todas las obras, sin duda hay alguna que dejan impresión en quien las mira. La clave es poner a las pinturas abstractas, cuyo significado no se puede explicar una historia o un significado con el que uno se pueda identificar, eso las hace más personales y más cercanas al corazón del espectador. Pues, con un poco de imaginación, cualquier obra puede parecer una historia que se desenvuelve casi con moción cinemática frente a los ojos y la imaginación de quien las mire.