LA COSA NO VA DE BATUTAS Por Carmen Bosqued y Hugo Grimalt

PARA LOS QUE QUIERAN SUMERGIRSE EN EL MUNDO DE LA DIRECCIÓN DE ORQUESTA Y COROS Y VER SU CARA MÁS OSCURA; AQUÍ LES TRAEMOS UNA ENTREVISTA CON UN ALUMNO DEL CONSERVATORIO SUPERIOR DE MÚSICA DE ARAGÓN: PABLO GONZÁLEZ.

¿Cúal fue el momento en el que decidiste que querías dedicarte a la música?

«Creo que para decidirte a estudiar música tienes que tener la sensación de que no puedes vivir sin la música. Es bastante arriesgado y parece una tontería, pero en cuanto puedes estar un día sin escuchar música o sin estudiar o sin pensar en ella, ya no deberías dedicarte a la música. Es un sacrificio, es arriesgarte mucho, es un mundo difícil. Hay que sacrificar mucho y tienes que tener eso muy claro. Yo eso lo tuve más o menos claro en cuarto de profesional, que es como cuarto de la ESO, en que yo estaba estudiando violín, pero tenía claro que no quería seguir estudiándolo. Por otro lado, también tenía muy claro que no podía dejarlo, porque no podía dejar la música. Y ahí es cuando decidí que tenía que cambiar de carrera, tenía que cambiar de opción, pero quería estudiar música y lo tenía muy claro por eso, porque no podía estar sin la música.»

De las miles de razones que puede haber para decidir estudiar el grado de Dirección en el CSMA, ¿cuál fue la tuya?

«Ahora mismo el CSMA, que es el Conservatorio de Aragón, es un conservatorio que está tirando bastante fuerte y es de los mejores conservatorios públicos de España, que es algo que muy poca gente sabe. Es un Conservatorio que se ha puesto las pilas y están haciendo las cosas muy bien. ¿Por qué dirección? Porque en dirección, una cosa muy buena que hay es que haces muchas horas de prácticas. En muchos otros conservatorios hay más plazas, cogen a más alumnos, y por el sistema tiene muchas menos horas de prácticas. Además, los dos profesores que hay son muy buenos. Son dos profesores absolutamente opuestos, lo que te permite conocer dos mundos: uno, en primero y segundo; y otro, en tercero y en cuarto. Esto podría confundir a los alumnos, pero como son dos profesores tan buenos y con tanta comunicación entre ellos no hay problema.»

Con la educación que estás recibiendo y las experiencias que has ido adquiriendo a los largo de tus años dirigiendo a personas diferentes, ¿Qué crees que hace a un director de orquesta excelente?

«Lo que habitualmente pensamos sobre esto es que lo que cambia de un director a otro es su forma de interpretar la música; es decir, la música ya está escrita, el compositor escribe la música y al escribir la música utiliza una serie de signos para lo que él está pensando, plasmarlo en el papel. Luego entonces hay que interpretarlo, y siempre hay un margen de interpretación. Hay compositores que permiten más margen y otros que, menos. Todos esos matices de interpretación para un lado o para el otro es lo que cambia de un director a otro y es lo que hace a un director mejor o peor. Eso es lo que solemos pensar. Luego creo que hay otro punto más, que es todo el talento que tenga el director. No solo como músico, sino también su talento en el trato con los músicos, en la gestión, en hacer espectáculos que llamen a la gente… Un poco esas dos facetas: como músico y como líder y coordinador.»

En cuanto al repertorio, ¿cuáles son los compositores cuyas obras te inspira más dirigir?

«Cuando estás dirigiendo, cuando estás interpretando, y ya llegas a cierto nivel de profundidad, que hay como un paso más, que tú ya realmente sientes que estás haciendo la música, te metes más en situación, te pones más en el lugar. Esto es un poco abstracto y un poco extraño, pero es una sensación en la que suena click y ya estás ahí. Hay veces que tu estás interpretando y esa música te llega un poco más, la interiorizas de otra manera y la estás interpretando de otra manera y estás como más en conexión con el autor. Esto no pasa necesariamente con un solo compositor, yo todavía lo estoy descubriendo. Sé es verdad que luego todo el mundo prefiere un estilo u otro. Yo, en particular, por poner nombres, compositores del primer romanticismo como Schubert, Beethoven aunque sea clasicista, Schumann, Brahms… un poco el romanticismo, y en concreto las piezas con las que descubrí este paso fue con Tchaikovsky. Es un compositor que siempre me ha gustado, pero igual nunca ha sido el que más, y me pasó con él enseguida. Enseguida interioricé su música.»

Siempre ha sonado pretencioso acercarse a figuras icónicas de cualquier tipo de arte, sin embargo, ¿hay algún director (del pasado o del presente) que tengas como modelo, que admires o que sientas que tienen un temperamento parecido al tuyo?

«Hay diferentes tendencias. Hay directores que se agrupan en pequeños círculos y se diferencian en estos directores hacen las cosas así y estos otros las hacen asá. A mi, particularmente, mientras que hay mucha gente que defiende a los antiguos, a la vieja escuela, a los grandes directores del pasado; yo creo que en el pasado se hacían las cosas como se tenían que hacer, pero ahora hay muchas nuevas formas de hacerlas y a mí eso me atrae más. En concreto, de las vías que hay ahora, yo me quedo mucho con lo que se llama el historicismo, que son directores que estudian, desde el punto de vista de la historia de la música, las partituras en profundidad y tratan de recrearlo de la formas más fiel posible en cuanto a instrumentos, técnicas etc. Y yo me quedo mucho con esa corriente. Por poner nombres, aunque no haya ninguno con el que me sienta identificado totalmente, sí que hay uno en concreto, Roger Norrington, que además lo identifico mucho con mi profesor de ahora tanto mental como físicamente. También me gusta mucho particularmente Sir Eliot Gardiner.»

¿En cuantos instrumentos te has especializado?

«De ninguno. Yo empecé a hacer violín, y tengo el grado profesional de violín, pero no me especialicé en él, lo dejé. No me he querido especializar en ningún instrumento, porque es muy duro tocar un instrumento. Es más duro tocar un instrumento que dirección. Son muchas horas teniendo que estar con tu instrumento tocando y estudiando, mejorando y repitiendo todo el rato. Yo no puedo con ese trabajo, hay gente que puede y la admiro muchísimo, pero yo no podría. Por eso, no estoy especializado en un instrumento; a mí me gusta más la dirección, porque tocas más cosas. Como que tienen más cosas con las que jugar. Estudias historia, armonías, tienes que analizar todo desde muchos parámetros, estás todo el rato cambiando de actividad, no estás todo el rato centrado en tu objeto para hacerlo todo perfecto.»

¿Cuál es el máximo número de personas que has dirigido en una orquesta? ¿Y el mínimo?

«El mínimo número de personas que he dirigido es una. Lo cual no tiene mucho sentido ya que dirigir es coordinar, y no puedes coordinar a una sola persona. Llegué a esta situación porque nosotros las clases del día a día las damos con dos pianistas. Entonces un día faltó uno y pude solo dirigir a un pianista.

En concierto, el máximo ha sido siete personas, que fue en un concierto en el que interpretamos Historia de soldado, que es una pequeña obra de teatro que tiene muy pocos instrumentos. Son solamente siete instrumentos, y el narrador, ocho.

Y el máximo en orquesta, he llegado a dirigir a unas 60 personas.»

¿Cuáles son tus planes y proyectos de futuro?

«Es una pregunta muy complicada ahora, por todo lo que ha pasado. Para empezar soy una persona que no le gusta pensar en el futuro; lo que sí que tengo pensado es este verano no hacer nada. Iba a hacer cursillos pero tal y como está la situación, está difícil acabar cuarto al año que viene. Si puedo graduarme, que no sabremos si podré, acabar al año que viene. No sabemos si se van a poder hacer ensayos ni actuaciones, es muy difícil. Entonces, si puedo, acabar cuarto y después hacer un postgrado en el extranjero, aún no se sobre qué. Un poco mi futuro es ese. Decidir el postgrado y después ya veremos como está todo, porque la situación es ahora muy complicada para poder tener una idea más clara de qué va a ser del futuro.»

¿Que crees que marca una verdadera tendencia o estilo dentro de la dirección orquestal?

«Sobre la dirección creo que hay que tener cuidado, precisamente con intentar marcar una tendencia. Porque mucha gente, muchos directores, por querer marcar una tendencia, al final lo que están haciendo es salir de ese margen de interpretación que pueden dejar los compositores en las partituras. Hay que tener mucho cuidado, porque la mayoría de los directores que quieren marcar tendencia se salen de este margen de interpretación. A partir de ahí, hay que plantearse cuál es el prisma o tu prioridad de objetivos con el cual interpretas. Hay directores que prefieren hacerlo históricamente, lo más real posible; otros, que quieren que sea lo más explosivo posible, y o lo más sentimental posible. Algunos, quieren que suene muy fuerte y muy grave, y otros, que suene pequeñito e íntimo. Cada uno tiene su estilo y busca un sonido o una forma de hacer las cosas.»

¿Crees que el público que consume música clásica que asiste a los teatros, envejece sin remedio?

«Rotundamente sí. El público que acude a ver este tipo de espectáculos, no sé si pasa lo mismo en el teatro, pero en la música clásica está bastante envejecido, y es algo que me da mucha pena, porque en un concierto de música clásica actual, existen dos tipos de público: un mayoría cuya media de edad es de los sesenta años, y luego, un pequeño porcentaje, que son los que realmente nos gusta la música clásica, en la que hay personas de todas las edades. Pero más que el público sea mayor, es que la música clásica tiene restos de acto social, y el público que va, especialmente el público mayor, siempre va para vestirse de una forma, para encontrarse a un tipo de gente, y eso es lo que más me apena. La música clásica es cultura, y debe ser considerada como un acto cultural, al que pueda ir todo tipo de público. Este problema en Europa es todavía es más grave; en España pasa un poco menos, porque tenemos menos nivel cultural. Aunque en España todavía hay gente que se sorprende, si le invitas a un concierto de música clásica; a lo mejor piensa que hay que ir con una ropa determinada. Por eso, todavía queda esa barrera.»

¿Resulta relativamente sencillo encontrar trabajo siendo director de orquesta, o por el contrario es una tarea ardua?

«Es muy difícil; es tan sencillo como hacer matemáticas: ¿Cuántas orquestas hay? ¿Cuántas bandas, coros, musicales, espectáculos de música en directo, orquestas de bandas sonoras, orquestas infantiles, orquestas de conservatorio…hay?

Después divides eso entre el número de gente que se gradúa de dirección de orquesta al año. Las matemáticas nunca salen. La suerte es que como es bastante trasversal, puedes tener muchas otras opciones, como ser profesor. Lo que normalmente se hace al empezar a buscar trabajo, es acceder como ayudante de otro director, y ese director luego te deja preparar a la orquesta, y cuando esa persona se jubila o tiene un proyecto que no puede hacer, entonces te recomienda.»

¿Podrías hablarnos de los tipos de batutas? ¿Cuál consideras que es la más adecuada? ¿y las menos aconsejables?

«Creo que es la pregunta que menos me gusta, puesto que la gente que no conoce el oficio está obsesionada con las batutas. El problema reside en que dentro de los que estudiamos dirección, algunos nos damos cuenta de que no es para tanto, mientras que otros están igual de obsesionados. Considero que esto es algo peligroso, porque no es para tanto. Sí que debe de existir cierto fetichismo en el ámbito instrumental, porque sí entiendo que a un músico le guste su instrumento, al igual que a un bailarín o a un futbolista sus zapatos. Pero en el caso de las batutas, a parte de algo personal, no hay que darle tanta importancia, puesto que es tan solo una herramienta.

Hay muchos directores que piensan que no tienen que tener empuñadura, que tiene que tener una distancia determinada…

Evidentemente, hay mínimos de calidad, no vale cualquier cosa, pero a partir de ahí depende de las preferencias de cada uno. No son tan caras, y se puede conseguir una muy buena batuta por un precio muy asequible.

A mí me gusta que tenga empuñadura, y que pese poco. También me gusta que no sea demasiado larga. Hay directores que llevan batutas sobredimensionadas que dan la apariencia de un cetro; lo importante es que se vea, el resto es decoración.

Me gusta que los materiales de los que esté hecha sean ligeros. Antes llevaba una de madera que pesaba demasiado, y ahora tengo una de corcho y fibra que pesa menos.»

¿Existen diferentes estilos o escuelas en la dirección de orquesta? Si es así, ¿Cuáles son?

«Como he comentado que existe el historicismo, existen otros estilos. Las diferentes escuelas que hay, algunas más definidas que otras, dependiendo de los diferentes maestros del siglo XX que teorizaron e hicieron pedagogía sobre la dirección de orquesta, se crean ciertas líneas de pedagogía que los diferentes músicos deciden seguir. Esto se puede llamar escuelas. También es influyente la geografía, desarrollándose ciertas escuelas por regiones. Lo que varía en las distintas escuelas es el método por el que llegar al mismo resultado.

Puede variar la concepción del cuerpo, existiendo escuelas que utilizan más la muñeca, el brazo, el hombro, o todo el cuerpo. Hay escuelas en las que todo debe ser técnicamente perfecto, existen otras en las que no tiene que ser perfecto, pero tiene que ser expresivo.»

¿Has pensado en tener una carrera como compositor?

«Cuando estudias dirección estudias composición y viceversa. A mí me gusta componer; sin embargo soy un tanto mediocre, aunque soy creativo, y he compuesto algunas cosas. Siempre que compongo algo, es clásico; no compongo canciones actuales. Hay gente que tiene mucho talento para componer canciones de pop o de trap. Yo no tengo ese talento, aunque tampoco me he puesto a componer algo más comercial, porque siempre que compongo, lo hago para mí.

Me estuve planteando estudiar dirección o composición, aunque al final me decanté por dirección. Composición lo descarté, porque estudiar composición clásica es un poco cerrado, en el sentido de que estás estudiando algo que ya no se hace. Ahora, la composición es producción, si tú quieres componer y que tu música se escuche, debes depender mucho del mundo audiovisual y el mundo comercial.

No me veo en una carrera por lo que he comentado anteriormente, aunque sí que es algo que hago de vez en cuando, y que me divierte.»

Por último, ¿qué consejo le darías a alguien que quiere empezar el grado de dirección en el CSMA?

«Le aconsejo que lo haga, porque es muy divertido, sobre todo que escuche mucha música. Principalmente, por lo que he comentado antes de que si te vas a dedicar a la música, no puedes vivir sin ella. Si te das cuenta de que podrías vivir sin música, estudia otra cosa, porque vas a ser mucho más feliz estudiando lo que sea. Si tienes claro eso, escucha mucha música, conoce mucho, y cuanto más escuchas más abierto eres de mente y más bagaje tienes. Es muy necesario en esta profesión escuchar de todo, incluso cosas que en principio no te gustarían, las escuchas, y aunque luego no te gusten, ya las conoces.

A parte de eso, también le recomiendo que se prepare, que estudie mucho, que para hacer la prueba de acceso se la prepare muy bien. No es ninguna tontería invertir un año entero en hacer una prueba de acceso bien. Yo no lo hice, me estuve preparando durante varios meses.

Le recomendaría que no tuviera ningún pudor en venir a hablar con nuestros profesores, en venir a nuestros conciertos, en venir a nuestras clases, en venir a nuestros ensayos; por dos cosas, la primera es que así le vamos a conocer, y la otra, porque en la dirección es algo muy importante, el tener contactos, el moverse, el no tener vergüenza, entonces, cuando antes entres en contacto, antes vas a perder la vergüenza.

Finalmente hay que tener en cuenta que la dirección es muy comprometida, en el sentido del tiempo. Tienes que estar muy disponible, y este es uno de los mayores sacrificios que tienes que tener en cuenta antes de empezar. Por ejemplo, si te dicen que a las siete de la tarde tienes que hacer un ensayo de última hora, tienes que hacerlo; si te dicen que tienes que quedarte un fin de semana para perfeccionar una parte, tienes que hacerlo. Es una carrera en la que tienes que estar dentro, de hecho yo estudio dentro del conservatorio, porque a lo mejor estoy estudiando, viene alguien, me pregunta algo, y eso me da una oportunidad, para conocer a esa persona, su instrumento y a su profesor.»

UN 2019 DE PELÍCULA. Por Hugo Grimalt

Si buscas ser infectado por el virus del cine en lugar del coronavirus, asómate a este artículo para descubrir lo que el 2019 ha otorgado al Séptimo arte.

Antes de que devore con ansia la lectura que se encuentra oculta tras estas líneas me veo en la obligación de avisarle que la lista de contenido cinematográfico que voy a pasar a redactar, únicamente comprende a las películas, excluyendo así a cortometrajes, documentales, o series. Además se basa en una selección de las más destacadas en opinión del redactor del artículo. Por favor, si tiene alguna duda, la lectura de este documento le produce efectos secundarios, o su opinión se sitúa en las antípodas de la del redactor, y siente el impetuoso deseo de defecar sobre los difuntos familiares del mismo, o de producirle en la parte posterior del cuello una profunda contusión mediante el uso de un bate, consulte a su farmacéutico.

La primera película por comentar siguiendo un orden anárquico es “1917”, la cual es en mi opinión la mejor película de Sam Mendes, a pesar de haber realizado películas de la talla de “American beauty”, “Camino a la perdición”, o la maravillosa “Revolutionary road”, que son en mi opinión películas de una altísima calidad.

Sin embargo, en esta película Mendes se sumerge en el pasado alcanzando la época más antigua en la que ha ambientado cualquiera de sus películas, paradójicamente empleando los medios más novedosos de rodaje. La historia nos cuenta una aventura bélica que tiene como protagonistas a dos cabos, Scofield (interpretado por  George Mckay) y Blake(interpretado por Dean-Charles Chapman).

La acción se sitúa en el frente francés. Supuestamente los alemanes se han retirado, y un batallón de 1600 hombres se decide a atacar, creyendo que pueden acabar con el ejército alemán; sin embargo, esto resulta ser una trampa tejida por el ejército imperial, que han cortado las comunicaciones del ejército enemigo, por lo que los protagonistas deben de atravesar el territorio que separa al batallón del grueso del ejército aliado para alcanzar al grupo de 1600 hombres (en el que se encuentra el hermano del cabo Blake) con el objetivo de avisarles del engaño y evitar su masacre.

La historia con el fin de crear mayor tensión y sensación de asfixia transcurre en un aparente plano secuencia, con un único corte marcado. Esta decisión a pesar de aparentar ser temeraria consigue perfectamente su objetivo, que consiste en sumergir al espectador en el mundo de las atrocidades de la guerra, con vacas muertas, ratas gordas, amigos que perecen en tus manos, cadáveres putrefactos, montañas de fango, ríos repletos de muertos hinchados, bombas estallando a tu vera,  generales mandando a la muerte a toda una generación de jóvenes, la sensación de desesperación, el espíritu de camaradería y, en unos pocos casos, los restos de una humanidad que parece estar al borde de la desaparición.

Toda esta carga narrativa es transmitida, sin perder la gran belleza estética de la obra que en mi opinión alcanza la cima de la fotografía de todas las películas de este año, realizada por el siempre brillante Roger Dikings. También resulta reseñable la banda sonora que acompaña perfectamente a la acción, destacando en los momentos de mayor emotividad y que queda en un segundo plano en los momentos de paz. Es maravilloso el uso de el ritmo narrativo,  que a pesar de  ser frenético en algunas ocasiones, en otras permite respirar al espectador. Finalmente, cabe señalar la función de el equipo de arte, que ha tenido que  crear auténticos pueblos en función del ritmo del guión, al mismo tiempo que trincheras (que hacen un homenaje a la célebre «Senderos de gloria»), las cuales poseen la distancia precisa para que se desarrolle la acción.

La siguiente película que me dispongo a comentar es “Joker” de Tod Philips.

Tiene como argumento el progresivo trastorno mental del protagonista, que a causa de su enfermedad y de los abusos que la sociedad ejerce sobre él, termina por asesinar y convertirse en el icono de una revolución. La película cuenta algunos de los problemas de la sociedad actual como la aporofobia, o la soledad de todos los individuos en un mundo tan comunicado, temas que a pesar de haber sido tratados en multitud de ocasiones, aquí adquieren otra dimensión, planteando una pregunta que recupera las ideas de Michel Foucoult: “¿Quiénes son realmente los locos?”

Para narrar esta historia escoge a los mejores en cada campo: en actuación al actor en estado de gracia Joaquin Phoenix, que, a pesar de ya haber realizado magníficas interpretaciones como en “The master” de Paul Thomas Anderson ”Two lovers” de James Gray o ”Gladiator” de Ridley Scott, en mi opinión realiza su mejor interpretación; también la maravillosa interpretación de Frances Conroy.

En cuanto a fotografía, la película cuenta con Lawrence Sher, que cumple un trabajo titánico, basando la imagen de la película únicamente en cuatro colores armónicos que definen a la evolución psicológica del personaje. Dichos colores son el azul(depresión), el amarillo(hogar y locura) el rojo(ira y violencia) y verde(enfermedad).

En música cuenta con la brillante banda sonora de Hildur Goanodottir.

Y por último, el maravilloso guión de Bradley Cooper y Tod Philips, que consiguen narrar al espectador la odisea de la depresión y darte un triste reflejo de nuestro mundo, además de construir un guión redondo y altamente poético, que deja al espectador sin palabras al finalizar la cinta.

Por esos motivos y muchos otros más que no he podido comentar en esta hoja es una cinta de obligado visionado y que probablemente pase a la historia del cine como una obra maestra y un clásico

La siguiente película en aparecer en este artículo es “Parasite” de Bong Joon-ho.

Su base argumental se sustenta en la historia de dos familias: una rica, despreocupada y alejada de la realidad, que victimas de un engaño, contratan los servicios de otra familia, pobre, pícara, y con una evidente búsqueda de ascenso social y económico , que se deben enfrentar a toda serie de desafíos para evitar ser descubiertos.

A partir de este concepto, el director construye un thriller en vertical, que  únicamente deja respirar al espectador en el epílogo de la obra. La tensión se mantiene se mantiene como si de una obra de Hitchkock se tratase, no sin ello perder la demanda social que realiza a la sociedad surcoreana, y por extensión a las sociedades capitalistas, mostrando esa enorme desigualdad. Por ello, resulta excepcional el trabajo realizado por el director y su coguionista Jin Won Han.

La música de Jaeil Jung, a pesar de ser acertada, no resulta excepcional; sin embargo, cumple su función de acompañar a la historia. La fotografía resulta de gran calidad, por la elección de colores para representar ambos mundos, el mundo de la miseria y el de la opulencia. Cabe señalar las actuaciones de todos los actores protagonistas, puesto que si bien se encuentran todos magníficos en esta película, no podría encontrar a ninguno que destacase sobremanera del resto, por lo que da como resultado una obra coral, y bastante equilibrada. Finalmente, cabría señalar el papel de un elemento que durante esta película pasa más desapercibido; el motivo no se encuentra en la falta de su maestría, si no en el clasicismo de sus formas, me estoy refiriendo a la cámara, que a pesar de realizar planos bastante convencionales, nos muestra el trasfondo de la historia a través de pequeños detalles, por poner un ejemplo, cabría señalar que cada vez que nos muestra a la familia más adinerada, lo hace, tomando el plano desde un ángulo en el que la cámara se sitúa por debajo de los personajes, esto produce un efecto de engrandecimiento de los personajes, que son situados en un nivel superior. Mientras que cuando nos presenta a la otra familia, la cámara se sitúa a su misma altura, y en ocasiones por encima de ellos, para mostrarnos su posición inferior en la escala social.

Opino que se trata de una gran película que realiza una mezcolanza de géneros maravillosa y que da como resultado una obra que en mi opinión se convertirá en un clásico.

La siguiente película que aguarda ser comentada no es otra que «Dolor y gloria» de Pedro Almodóvar.

El argumento de la película esta basado principalmente en la biografía de su director, lo cual se traduce en una obra con un tratamiento muy personal y al mismo tiempo tremendamente comprometido de la historia que acontece. Antes de explicar el argumento de la obra, me gustaría narrar la experiencia que tuve la primera vez que fui a ver esta película. Había oído hablar en numerosas ocasiones del cine de Almodóvar;sin  embargo, nunca había visto una de sus películas. Cuando fui al cine, la entrada me condujo a una sala pequeña del Palafox, en la que quedé rodeado de personas cuya edad no era inferior a los cincuenta, y superior a los ochenta y cinco. Cuando la película iba a empezar, y todavía no había visto a ninguna persona que bajase de ese rango de edad los prejuicios afloraron en mí, llegaron a mi mente toda suerte de augurios de lo que presagiaba ser una película lenta en demasía y que formaba parte de un mundo al que de alguna forma no podría sentirme conectado. Sin embargo, todas estas dudas se esfumaron con la misma rapidez con la que arde el celuloide. Lo que esa noche me encontré fue una obra que, como un espeleólogo, se adentró en los recovecos de mi alma y logró robarme del manantial de las emociones dos gotas de sal disueltas en agua, una experiencia que rara vez surge en mi. Después de terminar de ver la película, la sensación de haber finalizado un gran viaje, una odisea, me asaltó, y devoró el resto de mis pensamientos, dejándome mudo de ideas durante unos tres días. La sensación de inmersión fue tal, que me permitió sobrevivir alimentándome únicamente del recuerdo de la película.

La obra se desvela ante el público como un descenso hacia nuestro pasado, en el que el presente se refleja como la desembocadura de un río que, como en el tópico literario, muere cansado, en un mar abierto que representa la esencia de la vida, su necesario final, una vida que ha desgastado y suavizado al hombre que la recorre, que como un canto de río se moldea a partir de los continuos golpes que recibe. Por eso, esta historia es universal, por eso no se encuentra atada a ninguna época, a pesar de hablar de una, por eso te interpela como persona. Porque habla de la muerte, y a partir de esta construye una vida de recuerdos fugaces, que desaparecen en la bruma de la existencia con la misma velocidad con la que nos evaporamos. Esta película sabe captar la esencia del tiempo y de la vida de una forma poética y estética con la que simplemente podemos quedar maravillados. Nos habla de la vida de su creador a través de reflejos deformados por el tiempo, por eso Almodóvar escoge a los actores con los que ha trabajado durante toda su vida, y ahora más que nunca representan con una maestría absoluta las sombras de una vida que llega a su final. Antonio Banderas realiza con diferencia el mejor papel de toda su carrera, llegando a superar al mismísimo Joaquín Phoenix. Asier Etxeandia , Penélope Cruz, Leonardo Sbaragila y Julieta Serrano aparecen llenando la pantalla con una actuación espectacular. Los colores que aparecen en escena solo acompañan al tiempo de la historia bailando la misma música. Las canciones transportan al espectador directamente al mundo que crea el cineasta a partir de los sentidos, destacando la importancia que estos  tienen en la composición de los recuerdos, y por lo tanto, del pasado.

Es por todos estos motivos por los que al llegar a mi casa comencé a ver más películas de este cineasta; no obstante, ninguna de ellas se acercaba a la belleza estética, al mensaje o a la interpretación de su última película. Por lo que considero esta película la obra maestra de este director, y la mejor película, o al menos la más bella de este año.

La siguiente película en ser comentada es “Jojo Rabit” del director  Taika Waititi.

La historia resulta original y arriesgada por encima de todo, puesto que al transcurrir en la época de la Segunda Guerra Mundial, el director realiza dos elecciones que rara vez han sido transitadas en el cine, la primera de ellas es realizarla en clave de humor o fantasía infantil. Esta elección solo había sido tomada anteriormente por la película “La vida es bella” realizando así un guiño o inspirándose en esta gran película.

La segunda elección que toma el director es el bando de los protagonistas en la contienda, que es el alemán. Tengo entendido que solo en la película alemana de “El hundimiento”, los protagonistas habían sido alemanes, dentro de el gran número de películas que tratan esta época;por lo tanto, me parece un acto de valentía en mostrarnos este bando como protagonista, y enseñar al mismo tiempo las barbaries del ejército estadounidense al ocupar Alemania, todo ello sin dejar de hacer una crítica humorística hacia el nacismo. 

La película nos narra la historia de amor entre una niña judía (interpretada por Thomasin McKenzie) con un niño perteneciente a las juventudes hitlerianas (interpretado por Roman Griffin Davis). Al mismo tiempo, nos cuenta la relación del protagonista con su madre (interpretada por Scarlett Johansson), que consigue junto con el mundo imaginario del niño que el espectador consiga empatizar con el protagonista.

La obra está empaquetada con un colorido que resulta distópico en una película de la segunda guerra mundial, pero que le aporta a la película una gran calidad estética. Los planos resultan originales, aunque en algunos casos se puede observar la influencia de otros directores como Wes Anderson. Los actores se encuentran perfectamente en la clave de la película que resulta muy compleja, puesto que consiste en una mezcla de elementos cómicos y satíricos con un melodrama trágico. Es por esto por lo que el espectador se encuentra a sí mismo sorprendiéndose constantemente, puesto que en ocasiones parecería una película infantil, cuando de pronto se transforma en una tragedia que pilla al espectador por sorpresa, y por lo tanto consigue atraparlo en la historia.

Es por ello por lo que me parece una gran película y una de las mejores de este director.

La siguiente película que voy a comentar  es “Historia de un matrimonio”, del director Noah Baumbach, creador de obras como “Una historia de Brookyln”, “Greenberg”, ”Frances ha”, “Mistress america”, o “The Meyerowitz stories”

Este director, en mi opinión, toma como referencia a Ingmar Bergman con su famosa obra “Escenas de un matrimonio”, aunque Noah Baumbach sea mucho menos explícito en el dolor y la violencia de las escenas, y al mismo tiempo mande un mensaje más esperanzador de la condición del ser humano que Bergman. Por otro lado también podría estar influenciado por las películas de otros directores como John Cassavetes y su película “A woman under the influence”, o por Robert Benton y su famosa “Kramer vs Kramer”.

La película nos narra la historia de un divorcio, y de cómo dos personas que se quieren llegan a destrozarse la vida el uno al otro a causa de el sistema legal de los divorcios. Esta historia está inspirada en los episodios que vivió el propio director cuando se divorció de su pareja. El guión sobre el que se cimienta la película es sencillamente brutal, pero consigue ser bello, a la par que natural, y es capaz de narrarnos exactamente lo que está sucediendo, mientras nos describe con maestría la psicología de los personajes. Los actores principales que son Scarlett Johansson, Adam Driver, Laura Dern, Ray Liotta y Alan Alda están espectaculares, demostrando toda su calidad actoral en un baile interpretativo que se mueve al son del guión. A la cámara le sucede lo mismo que a la cámara en parásitos, que, pese a seguir las convenciones clásicas, destaca de sobre manera por su cualidad narrativa, que informa al espectador mediante pequeños detalles de la situación que transcurre en escena, mostrando a los personajes pequeños y distantes cuando se ven superados por las circunstancias, y grades y en el centro de la composición para mostrar su fuerza. La banda sonora acompaña perfectamente a la acción sin llegar a eclipsarla.

Es por todo esto por lo que resulta una película que conmueve sin buscar ese efecto, que nos habla de una forma sincera de las relaciones de pareja, y que mediante sus diálogos consigue que el espectador empatice rápidamente con los personajes y que ría o llore junto a ellos.

Para finalizar, he realizado una serie de menciones honoríficas de películas de este año que poseen una gran calidad, pero que no he podido comentar por el cansancio de mis dedos producido por teclear incesantemente estas palabras. Esta vez voy a abandonar el orden anárquico que había seguido en las anteriores y voy a seguir un orden jerárquico de mejores películas a peores en mi opinión:

«El faro», película que destaca por su imagen dura, estática y simétrica, las maravillosas interpretaciones de sus actores, y el texto, de una gran calidad, además de sumergir al espectador en un descenso al infierno psicológico y a la locura.

«Retrato de una mujer en llamas», una preciosa historia de amor contada a través de sutilezas, con una imagen e iluminación espectacular, y unas interpretaciones que no se quedan atrás.

«Puñales por la espalda», una película graciosa, rápida , la trama, a pesar de parecer absurda y surrealista, queda perfectamente hilada, y las actuaciones son muy divertidas.

«El irlandés», de Martin Scorsese, me parece la despedida en la gran pantalla de este director. Si bien es verdad que posee virtudes, no me parece una gran película, ni una de sus mejores obras.

«Once upon a time in Hollywood», es la décima película de Quentin Tarantino. Aunque cuente con un gran elenco de actores, una historia interesante, una buena construcción narrativa, formada por tres historias entrelazadas, gags de humor, y una multitud de homenajes a la historia del cine de los sesenta, en mi opinión la recreación excesiva del director en cada escena vuelve al ritmo narrativo soporífero, y consigue alejar al espectador de la cinta. Por ello me parece de las obras más sobrevaloradas de este 2019.

A pesar de que me he dejado multitud de películas en el tintero, me parece que esta es una buena letanía de las obras más destacadas de este 2019.