DE VIDENTES, PITONISAS Y ADIVINOS Por María Falcó

Cuando era pequeña y leía libros donde algún personaje tenía la capacidad de ver el futuro, me fascinaba. Me parecía algo utilísimo; siempre me decía que yo lo usaría para conocer el número ganador de la lotería. Me parecía que una habilidad así me haría la vida infinitamente más fácil.

Ahora que soy un poco menos pequeña, sigo pensando que lo utilizaría para ganar la lotería, pero con la diferencia de que creo que es imposible. Dejando aparte las capacidades físicas de la especie humana, imaginando que existiera la posibilidad de tener superpoderes de ese estilo. No creo que se pueda leer el futuro, sencillamente porque no existe. Todavía no existe. A lo que llamamos futuro, en realidad, no es más que parte de nuestra mente ahora mismo. Es lo que imaginamos, con más o menos certeza, que va a pasar, pero es lo que creemos ahora. Podemos cambiar de opinión, estar más o menos seguros, más o menos cerca de acertar, pero en realidad no tenemos ninguna garantía.

Nuestra existencia es tan imprevisible que en unas horas podemos ganar un millón de euros, o morir. Quién sabe, quizás mañana te encuentres una herencia perdida de un familiar lejano. O quizás te dé un ataque al corazón, o te atropellen, o encuentres al amor de tu vida (tengas la edad que tengas). No tienen por qué ser cosas tan extremas: quizás haya algo más de atasco, llegues tarde y de mal humor al trabajo y acabes suspendiendo a ese alumno con un 4’9. O igual alguien hace un gesto bonito por ti, y te pone de buen humor, y no cambia nada con grandes consecuencias, pero te ha hecho feliz durante unas horas (eso no lo valoramos suficiente). Al caso: que el futuro es demasiado imprevisible. Decimos que es cambiante, aunque yo no creo que cambie: creo que no existe. Supongo que decimos que cambia porque, si alguien fuera capaz de tener en cuenta todo lo que ha pasado alguna vez y pudiera deducir con exactitud las consecuencias que todo iba a acarrear, estaría constantemente deduciendo situaciones distintas. Precisamente porque no existe, porque todos los actos tienen consecuencias y es imposible predecirlos todos. Si alguien pudiera ver el futuro, se volvería majareta: ver infinitas posibilidades, mínimamente diferentes, de una misma situación sería demasiado para cualquier mente. Además de que sería inútil, ya que ninguna “visión” prevalecería mucho tiempo.

Creo que no se puede leer el futuro porque creo que no está escrito en ningún lado. No creo que estemos ligados a un destino ni que todos nuestros pasos nos dirijan a él inexorablemente. Por poner un ejemplo: piensa en ese viaje con el instituto al que fuiste. O mejor, ese al que no fuiste. Plantéate esta situación: imagina que hubieras ido y te hubieras enamorado del lugar, o que hubieras hecho un amigo con el que seguir hablando durante años. Imagina que hubieras acabado yendo allí a estudiar, y esa experiencia te hubiera permitido conseguir el trabajo de tus sueños. Tal vez incluso le hubieras salvado la vida a alguien. Pero no fuiste al viaje. Igual esa persona murió, o igual ella sí se fue de viaje y ni siquiera estuvo en peligro. E igual gracias a no irte tú aprobaste un examen, te pudiste ir de fiesta y conociste a los mejores amigos que tendrás jamás. Tal vez hubieras vivido mucho mejor o mucho peor, quién sabe. Al fin y al cabo, da igual: el pretérito pluscuamperfecto es un tiempo que no existe.

Pero piensa cuánto podría haber cambiado tu vida por una decisión tan pequeña. Cuánto puede cambiar ir a tomar café esta tarde o no. Y así cada una de tus decisiones, cada una de tus acciones cada día. Por eso creo que no se puede predecir el futuro, porque con cada simple respiración lo estás “cambiando”, porque no puedes saber qué va a pasar hasta que pase. Es lo que se llama el Efecto Mariposa; el batir de alas de una mariposa en China puede provocar un ciclón en México. El ciclón no será culpa suya, por supuesto, al igual que no haber salvado la vida de esa persona no es culpa tuya por no haber ido a ese viaje del instituto. Aunque de alguna forma haber echado a volar un segundo después y no ir al viaje habrían desencadenado acontecimientos distintos, al igual que infinitas otras decisiones.

Quién sabe qué opinaré de leer el futuro en unos años. Tal vez me coma mis palabras, o tal vez el haber escrito este texto condicione alguna acción futura que acabe desencadenando el fin del mundo. O mi carrera como escritora. O nada en absoluto.

De momento me quedo con volar y respirar bajo el agua, que me parecen más posibles dentro del supuesto imposible.