TODO LO QUE LA LUZ NO LOGRA DESENMASCARAR (o el estudio de lo translúcido en el laboratorio subterráneo de Canfranc) Por Violeta Marcén

9 ERAN LOS AÑOS CON LOS QUE SIMONE CAUSSENAVE ENTREGABA INFORMACIÓN SECRETA DE LA MANO DE SU MADRE EN LA FRONTERA FRANCA. CANFRANC FUE EL CENTRO ELEGIDO POR LOS BRITÁNICOS PARA ESTABLECER UNA RED DE ESPIONAJE CRUCIAL Y, SIN EMBARGO, INVISIBLE DURANTE DÉCADAS A LOS OJOS DE LOS QUE NO PERTENECIERON A ELLA.

CANFRANC-ESTACIÓN FUE ESCOGIDO POR LA HISTORIA PARA DESEMPEÑAR LABORES TAN SILENCIOSAS QUE PUDIERON HABER SIDO BORRADAS, DE NO HABER SIDO POR UNA EXTRAÑA ATRACCIÓN HACIA LO IGNORADO. ES JUSTO AQUÍ DONDE UN GRUPO DE FÍSICOS DECIDIÓ ESTABLECER EN 1985 INSTALACIONES CIENTÍFICO-TÉCNICAS ESPECIALIZADAS, GRACIAS A SU MAYOR RECURSO: LA MONTAÑA.

Laboratorio de Canfranc

El universo es tal vez para el individuo la infinita suma del ser y su entorno. En vista de que el sujeto no alcanza jamás una simulación a escala del espacio que lo envuelve, decide desarrollar las ciencias capaces para plantear problemas teóricos. Partiendo del estudio material hasta la más pura abstracción aparece la matemática y su aplicación física.
En el campo de la física, el estudio de los astros se remonta a la Edad de Piedra. La luz y el ciclo lunar han sido siempre los relojes de civilizaciones primitivas.
La cueva de Parpalló en Gandia no sólo representa una gran huella artística europea, con restos de arte mueble. Este abrigo montañoso evidencia asimismo la longevidad de nuestra afición por el juego con lo incontrolable, los rayos solares. La luz alcanza la cueva justo en los equinoccios, que supuestamente marcarían los periodos de resguardo o salida del refugio.
Por otra parte, los calendarios lunares de marfil de Mal ́ta (Siberia), con 365 orificios como el número de días, atestiguan cierto conocimiento sobre el tiempo y análisis del firmamento.
En la actualidad erigimos grandiosos laboratorios subterráneos mundiales por el deseo de destapar secretos ocultos de lo que jamás podremos tocar o alcanzar, a pesar de la culpabilidad de la carrera espacial sobre la creación de una falsa esperanza de cercanía.
Sólo existen una decena de laboratorios subterráneos en el globo, diez centros de alta tecnología localizados a kilómetros bajo tierra estudiando posibles soluciones a los problemas que la astrofísica nos ha planteado en los últimos siglos. En concreto, meditamos el importante dilema ya enunciado durante todo el siglo XX por autoridades como Fritz Zwicky y Vera Rubin: la materia ordinaria no puede suponer más del 4,5% de la composición de nuestro espacio. Todo lo que logramos vislumbrar con telescopios o nuestros propios ojos no es más de una vigésima parte de la totalidad.
El mayor obstáculo para la investigación de materia oscura es la débil interacción de las partículas que la componen y para estudiarlas se necesita debilitar la radiación cósmica recibida (de allí la construcción soterrada).
El laboratorio subterráneo de Canfranc, único de España y segundo con más renombre en Europa, es uno de los héroes desconocidos del desarrollo científico actual. Pioneros en múltiples experimentos, se dedican esencialmente a la búsqueda de la partícula esencial presente en la materia oscura. No es más que el culpable anónimo de hallarnos poco a poco más cerca del ansiado conocimiento.
Todo parece indicar que este centro está abocado a ocupar un puesto importante en el futuro de la ciencia.
Puede ser que Canfranc esté simplemente destinado a formar parte del lado más oscuro y misterioso de nuestra historia y universo.