EL NOMBRE DEL BARRIO ES UN HOMENAJE A LOS GRANDES ESCRITORES QUE HICIERON VIDA EN SUS CALLES DURANTE EL SIGLO DE ORO ESPAÑOL. CERVANTES, LOPE DE VEGA Y QUEVEDO DAN NOMBRE A ALGUNAS DE SUS CALLES MÁS SEÑALADAS. CITAS LITERARIAS DE SUS MEJORES OBRAS Y DE OTROS AUTORES ADORNAN EL PAVIMENTO PEATONAL CON LETRAS DORADAS.
En la actualidad, el Barrio de las Letras es uno de los espacios con más encanto y mayores atractivos de Madrid. Su oferta comercial y gastronómica es amplia y muy peculiar. A esto se suma la tranquilidad y recogimiento de un entorno peatonal libre de tráfico rodado.
Empezamos nuestro recorrido en la Plaza de Santa Ana, centro neurálgico del Barrio de las Letras. Existe desde que se demolió el convento de Santa Ana, durante la expansión de Madrid a principios del XIX. Sus lados están repletos de restaurantes que llenan el espacio central con sus terrazas. En un extremo está el Teatro Español y en otro, el Hotel Me Reina Victoria. Las estatuas de los dramaturgos García Lorca y Calderón de la Barca adornan la plaza.
La calle Huertas es uno de los espacios más concurridos del Barrio de las Letras. Su nombre se debe a que aquí se cultivaban unas huertas, como se ve en la placa. A ambos lados encontramos bares, restaurantes y comercios con mucho sabor. Por ejemplo, Vi Cool, la taberna que fundó el chef Sergi Arola en el 12; Casa Alberto, una taberna centenaria, en el número 18; o el gallego Maceiras en el 66. En la esquina con Príncipe está el Palacio de Santoña, reformado por Ribera en el siglo XVIII, hoy Cámara de Comercio. A la derecha se abre la plaza de Matute, un buen lugar donde tomar algo sentado en una terraza.
En paralelo a Huertas discurren dos calles fundamentales en este recorrido. Una es Lope de Vega, que sólo por su nombre ya es digna de la visita. Pero además acoge el Convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, del siglo XVII, donde se enterró a Cervantes. Aquí también profesó sor Marcela, hija de Lope.
La otra calle imprescindible es Cervantes. En la esquina con León una placa nos recuerda el lugar donde vivió y murió el autor del Quijote.
Un poco más abajo está la Casa Museo Lope de Vega. En esta casa con jardín vivió Lope hasta su muerte. Hoy se puede visitar y recrea el despacho donde el dramaturgo escribió sus obras y las estancias que habitó.
Sin duda, esto fue lo que más me encanto del barrio de las letras y una de las mejores cosas que hicimos en Madrid. A pesar de tantos años transcurridos, la casa, aunque reformada, seguía teniendo ese aire y aspecto de la España Barroca. Poder ver con mis propios ojos, por ejemplo, su dormitorio o el jardín detrás de la casa son cosas que nunca olvidaré.
Entre las calles Cervantes y Lope de Vega, discurre la pequeña calle Quevedo. Una placa en una fachada nos recuerda el lugar donde estuvo la casa del “poeta eminentísimo”.
Desde Plaza Canalejas también podemos seguir por la calle de la Cruz. En la primera a la derecha está la Antigua Pastelería del Pozo, fundada en 1830. Este establecimiento conserva su mobiliario original, con su mostrador de madera y mármol, máquina registradora y balanza de platos.
Siguiendo por la calle de la Cruz nos encontramos con el callejón del Gato. Uno de sus muchos bares es Las Bravas, donde sirven las patatas bravas más famosas de Madrid. En su fachada encontramos dos espejos, uno cóncavo y otro convexo, donde nos vemos deformados. Estos espejos evocan la obra esperpéntica Luces de Bohemia, de Valle Inclán.
Tanto nos motivó a todos esta visita, que dos compañeros de la revista no pudieron resistirse y evocaron el fragmento más conocido de «D. Juan Tenorio».