El futuro, esa palabra que muchos ignoran pero que está presente en la vida de todos los seres vivos (animales, plantas, humanos o invertebrados). Nadie sabe qué pasará en nuestro futuro, ni siquiera sabemos si vamos a tener uno. Según la mayoría de civilizaciones humanas el futuro es la porción de la línea temporal que todavía no ha sucedido; en otras palabras, es una conjetura que puede ser predicha o calculada. El futuro significa cosas distintas en los diferentes ámbitos de la vida, como la propia futurología (arte y práctica de postular diferentes futuros posibles) o las ciencias. En física relativista (incluye tanto a la teoría de la relatividad especial como la general, ambas formuladas por Albert Einstein para resolver la relación entre la mecánica de Newton y el electromagnetismo), el tiempo es considerado una cuarta dimensión. Si se fija un evento en el espacio-tiempo y a un observado, se puede dividir el espacio-tiempo en tres regiones concretas (futuro causal, pasado causal y eventos no relacionados por causalidad), separadas por el presente. Habiendo dos observadores diferentes, sus futuros causales cambian, por lo que el futuro no es absoluto ni definido ni dependiente del observador. Según una filosofía llamada “nunca tiempo”, la creencia de que solo existe el presente y el pasado y el futuro no (son irreales) se llama el “eterno presente”. Las religiones tratan el tema del futuro al hablar del karma y la vida después de la muerte que estudian cómo será el fin del tiempo y de todo el mundo.
Artística y culturalmente, ha habido movimientos (futurismo) que, desde principios del s.XX, han explorado el futuro a través de la pintura, la escultura, la música o el teatro. Dentro del género novelístico de la ciencia ficción tenemos a Robert A. Heinlein (que define la ciencia ficción como una especulación del futuro). Los temas tratados en ciencia ficción deben ser acordes al método científico. Isaac Asimov también creó una ciencia ficticia para sus escritos llamada psicohistoria. Dicha teoría pretende predecir el futuro tratando a los humanos de manera similar a las moléculas de un gas; es decir, se puede predecir el comportamiento del conjunto, pero no de las partes individuales. Es muy curioso, casi mágico, como algunos escritores, a través de sus obras, han tenido éxito al predecir objetos que se han creado mucho tiempo después de su muerte. Por ejemplo, Julio Verne (escritor francés, pionero en el género de la ciencia ficción) escribió sobre el espacio, los viajes submarinos y los viajes aéreos antes de que se inventaran. Predijo la aparición del submarino eléctrico, los noticieros, las armas eléctricas, las videoconferencias, las velas solares, los módulos lunares, publicidad en el aire, incluso la aparición de Internet como un telégrafo mundial en su novela “París en el siglo XX”. El genio y polímata del Renacimiento Leonardo da Vinci también llegó a predecir objetos creados en el siglo XX como las calculadoras, las ametralladoras, los tanques, los robots, las neveras o los helicópteros. También llegó a formular una teoría de la evolución mucho tiempo antes que Darwin, que los humanos venimos de los simios, aunque sin argumentarlo.
Cada persona, materia, movimiento o institución mira el futuro desde su punto de vista y crea sus teorías, pero la verdad es que nadie sabe lo que va a pasar el día de mañana o dentro de unos años. Hay personas que, con un cierto velo místico o mágico, pueden acercarse o incluso tener una visión absoluta del mañana, que nunca sabremos como la han conseguido. Esa idea de saber lo que va a pasar ha alimentado al hombre durante muchos siglos y seguirá siendo así. Todo gira en torno al pasado, presente y futuro de la humanidad. Solo queda aceptar lo que está por venir, a veces predecible y otras no.