DISCURSO DE INÉS LAUSÍN EN LA FIESTA DE PROMOCIÓN 2016-17

Buenas tardes a todos. En primer lugar, daros una vez más las gracias por haber venido y acompañarnos hoy. Estoy encantada de poder estar aquí y poder dirigirme a vosotros.   Quiero agradecer a todos los profesores  que hayan tratado siempre de darnos una educación pública de calidad, que hayan luchado por ella, y ya no sólo para nosotros, sino por y para los que vendrán después. También por orientarnos, especialmente en este último curso en que todo ha sido incertidumbre. Gracias a Rafa, Isabel, Óscar y Luz, el equipo directivo. A Nato, Ana y Cristina por todas las tiritas, el hielo, las fotocopias gratis, por dejarme subir todas las tardes en que me había olvidado algo en clase, por prestarme el paraguas en los días de lluvia… Y no puedo olvidarme de mis grandes pequeñuelas, gracias por las risas en clase, los guiños, las indirectas, las cenas de los viernes, gracias por ser tan bonitas y haberme hecho ver que intentarlo siempre, SIEMPRE vale la pena.

Tengo que decir que se me ha hecho muy difícil hacer este pequeño discurso, porque significa poner punto y seguido, nunca punto y final, en cinco minutos a una historia que ha durado seis años.

Cuando llegué a Élaios, no creía en la posibilidad de levantarme con ganas de ir a clase por las mañanas, pensaba que los profesores no tenían nada bueno que ofrecer, y no sabía qué era y sobre todo qué significaba tener amigas de verdad. Mi madre me dijo el primer día que sólo tenía que sonreír y todo saldría bien. Ahora sé que sí. Este sitio lo cambió todo. Nos ha cambiado también a nosotros. Nos ha hecho crecer, llorar, reír, soñar, esperar y nos ha hecho querer ser mejores y más grandes.

En estos dos últimos años hemos encontrado personas maravillosas, personas, realmente enriquecedoras (tenía que decirlo), personas a las que nos costará dejar atrás y otras a las que recordaremos siempre. Éste, además, ha sido un año de proyectos poéticos y bicicletas, que seguro que Begoña consigue continuar con la misma fuerza y emoción con la que lo hemos estado haciendo hasta ahora. Gracias por tanto.

Algunas hemos sido pequeñas macetés muy bien plantadas, siempre esforzándonos por manzano, teniendo en mente los verbos limonero. Todos, hemos hecho quinielas, tratando de adivinar temas, autores, han sido muchas las madrugadas de trabajo y unas cuantas también las tardes de biblioteca, los recreos de exámenes y las tardes de globales, pero también han sido dos años de sentirnos más unidos que nunca, de aprender de verdad los unos de los otros, de “venga anímate, que cada vez nos queda menos”, o “esta noche cena, que estoy hasta arriba”.

Pero hay una verdad universal. Todo acaba algún día. Nunca me han gustado los finales. Pero  sé que es importante que sepamos ver el mundo que se abre ante nosotros  a partir de ahora. Un gran cambio. Una nueva visión de las cosas. Una nueva perspectiva, pero conservando siempre aquello y a aquellos que permanecieron, no olvidando nunca el origen. Como dice una poeta que me encanta, encontré muchos hogares y todos ellos fueron personas. Vosotros habéis sido hogar que buscar y hogar en el que ser encontrado.

A partir de ahora cada uno escogerá un camino diferente, una trayectoria, cada uno escogerá su verdad. Y ninguna opción ha sido, es o será nunca mejor que otra. Nunca.

Se trata de ser feliz con lo que uno hace, con lo que uno es.

Y con eso, creedme,  es suficiente.

 

Y quedarán colgados abrazos de mis hombros.

Sentiremos cómo el tiempo se abalanza sobre nosotros.

Y miraremos al frente. Y diremos adiós.

Y no habrá más escaleras, ni sonrisas a puerta cerrada, ni cercanía prohibida, ni caverna, ni sol.

Y temblarán mis entrañas recordando los pasos que no di(mos).

Y cambiarán mis palabras y tendré que tirar todas las hojas-beso o esconderlas, si no me veo capaz de abrir un nuevo hueco en tu recuerdo.

Y callaré mi boca y cerraré la puerta.

Borraré poco a poco todo el ruido de fondo. Todas las horas de estrés, todas las madrugadas,

todas las noches en que caía rendida en su insomnio.

Y miraremos al frente. Y volaremos.

Volaremos la pólvora del odio y del miedo acumulado en las esquinas del mundo.

Cambiaremos el rumbo.

Aquello que soñamos quedará por encima de todo aquello que nunca llegamos a intentar.

Somos grandes.

Seguiremos siéndolo.

Ahora sólo nos queda creérnoslo.