FANTASMAS EN EL INSTITUTO Por Hugo Plumed

El día jueves 30 de noviembre, los alumnos de 1º de la ESO, asistimos a una representación del libro Relatos de fantasmas, que ya habíamos leído previamente.

La teatralización en sí estuvo bastante bien, no fue tan larga como para llegar a aburrirse, ni lo suficientemente corta como para que te supiera a poco. Además, fue entretenida, pues, ya de por sí, la chica que lo contaba era muy divertida, y, pidió voluntarios que actuaron con ella, lo que hizo un espectáculo mucho más animado.

Creo que actividades como esta son necesarias, ya que, en este caso, fue una buena forma de empezar a conocer el arte del teatro y de valorar más la literatura.

UNA VISITA UN TANTO ESPECIAL Por Lucía Ponz

Desde el comienzo del curso hemos estado leyendo el libro Relatos de fantasmas. A todos nos ha parecido una lectura superinteresante a la vez que aterradora y divertidísima. Cuando estábamos acabando el libro, la profesora nos contó que íbamos a asistir en el Instituto a una representación basada en los relatos que aparecen en él.

Y así fue. El jueves 29 de noviembre, a quinta hora, fuimos al gimnasio a ver la representación. Nada más entrar, nos encontramos con una mujer que, a simple vista, ya resultaba bastante extraña: iba con unas ropas negras y largas, y su aspecto y su acento eran bastante peculiares. Además el gimnasio estaba decorado con telas negras y arañas, esqueletos… ¡Parecía que volvía a ser Halloween!

La actriz comenzó n la representación contándonos quién era el personaje al que interpretaba y por qué estaba allí. Siguió contando historias relacionadas con algunas que habíamos leído en clase. Era como una mezcla: una historia llevaba a la otra, y así sucesivamente.

La función nos pareció muy amena, porque no solo se trató de ver y escuchar a la actriz, sino que nos hizo partícipes de la actuación, haciéndonos preguntas y sacando a varios compañeros a actuar con ella. Esta parte es la que más me gustó. Salieron cuatro alumnos –Hugo y Miguel, de 1º B y Natalia y Álex de 1º C- para interpretar a fantasmas de un castillo. Me parece que lo hicieron muy bien. Nos reímos mucho.

Al final, la actriz nos sorprendió al abandonar su acento extranjero por uno más cercano al nuestro y que resultó ser el suyo auténtico.

A mí, personalmente, me encantó. Lo pasamos muy bien y disfrutamos muchísimo la representación.

RETRATO DE MI ABUELA Por Agustín Gálvez

Mi abuela, conocida en su pueblo, Leciñena, como la Mª Jesús Tejera, no tuvo una vida nada fácil. Sin embargo, en esta foto (casi no tenía ninguna) se puede ver un júbilo apasionante, pero sobre todo una inmensa determinación. A pesar de todos los problemas que tuvo que afrontar, intentó sacarle partido a todas las pequeñas cosas.

Con dos años y debido a la guerra tuvieron que irse exiliados a un pueblo catalán, y al volver les habían destrozado el tejar (una fábrica de tejas que era su negocio) y su hogar. Tras la muerte de su padre, su madre tuvo que dejar a otra hija en un centro de acogida.

Durante su infancia, su tiempo dedicado a sus aficiones (saltar a la comba, cantar, hacer comedias) se disminuyó por la necesidad de trabajar. Con tan solo 7 años tuvo que cuidar a una niña por un par de pesetas al mes, y más tarde ayudó a su padre en el tejar. Hacía churros, envasaba bacalao, limpiaba casas… Pero cuando obtenía un poco de tiempo libre, siempre contenta, hacía gamberradas por todo el pueblo.

En el año 1955 se casó con Luis, y tuvieron dos hijos (que se llamaban igual que sus padres). Salieron adelante con lo poco que tenían, pero a Mª Jesús jamás se le quitó esa encantadora sonrisa de su rostro. Hoy en día, la gente de Leciñena aún sigue anhelando que vuelva de vez en cuando a visitarles, así que debió de causar una muy buena impresión durante su vida allí.

Tras el accidente de Luis, su marido, tuvieron que vivir la mayor parte del tiempo de las pensiones. Luis, al quedarse sin una de sus piernas, ya no podía trabajar, así que el trabajo de Mª Jesús aumentó, y tras la muerte de su marido en el año 2000, todo se complicó. Incluso con todos esos obstáculos, sus dos hijos pudieron estudiar y trabajar.

Todo empeoró…ella ya no podía vivir sola. Por culpa de la diabetes, empezó a perder visión hasta el punto de casi quedarse ciega. Además, no oye bien ni con audífonos… Ha pasado por muchas dificultades más, como la operación del corazón de hace cinco años, de la que sobrevivió a duras penas. Pero tal y como he mencionado constantemente, mi abuela jamás ha perdido esa esperanza, ese regocijo que siempre ha mostrado. Y esta foto…esta foto demuestra ese gran ensueño, incluso en el pantano de lágrimas en el que ha tenido que vivir…

OS PARECERÁ MENTIRA, PERO EINSTEIN TUVO QUE REPETIR. ASÍ QUE, NO PIERDAS LA ESPERANZA. AUNQUE SUSPENDAS, SIEMPRE PUEDES ACABAR SIENDO UN EINSTEIN.

Encontrar una foto de Einstein en la que no parezca el típico científico loco de las películas es complicado. Seguramente haya sido su reconocido y curioso físico el que haya inspirado a los creadores de esos personajes. Sin embargo, no cabe duda que Albert Einstein es mucho más que un señor canoso con bigote y pelo largo y alborotado.

Este hombre, que tiene la nacionalidad alemana, suiza y estadounidense (debido a sus raíces judías y a los tiempos de inestabilidad política que le tocó vivir), es considerado el científico más conocido e importante del siglo XX por sus grandes aportaciones al mundo de la ciencia, que no se puede concebir sin su figura. Así que espero que este texto esté a la altura de semejante genio.

Albert Einstein nació en el seno de una familia judía en 1889, en la ciudad alemana de Ulm, al este de la Alemania actual, pero se mudó un año más tarde a Múnich, donde vivió hasta los catorce años.

Al contrario de su hermana mayor, Einstein fue un chico que no solía relacionarse con chicos de su edad y al que le interesaban las asignaturas de ciencias. No empezó a hablar hasta los tres años, por lo que, sus padres creyeron que podría tener algún desarrollo intelectual lento, aunque después ocurrió todo lo contrario.

Como excusa a su lento desarrollo Einstein citó esta célebre frase: <un adulto normal no se inquieta por los problemas que plantean el espacio y el tiempo, pues considera que todo lo que hay que saber al respecto lo conoce ya desde su primera infancia. Yo por el contrario, he tenido un desarrollo tan lento que no he empezado a plantearme preguntas sobre el espacio y el tiempo hasta que he sido mayor>.

Os parecerá mentira, pero Einstein para acceder al Instituto politécnico de Zúrich tuvo que repetir el examen al año siguiente ya que había suspendido la asignatura de letras. Se nota que lo suyo  eran solo las ciencias… Así que, no pierdas la esperanza, aunque suspendas, siempre puedes acabar siendo un Einstein.

En 1905 cuando era un joven físico, empleado de la oficina de patentes de Berna, publicó una teoría de la relatividad espacial; de esta teoría surgió la famosa ecuación de la equivalencia de la masa energía que solo entendía él y unos cuántos más. Estos descubrimientos le valieron para ser profesor de Física en la universidad de Berna, Suiza.    

Unos cuantos años después publicó una actualización de la teoría de la relatividad general en la que formulaba el concepto de gravedad, eso que nos mantiene los pies en la tierra, literalmente.  

 

Fue galardonado con el Premio Nobel de Física en 1921 gracias a unos trabajos sobre el movimiento browniano y su interpretación del efecto fotoeléctrico. Además, fue premiado con numerosas medallas y premios ¡Y no es para menos después de tanto curro!

La vida de este «crack» acabó en Estados Unidos en 1915, a la edad de 75 años, a causa de una hemorragia interna (que yo creo que fue causada por haber estado pensando durante tanto tiempo).

MI ABUELO ES UN HOMBRE SENCILLO, NOBLE Y DE POCAS PALABRAS Por María Falcó

Mi abuelo es un hombre sencillo, noble y de pocas palabras, lo que no deja de ser curioso ya que se dedicaba a la enseñanza.
Fue el cuarto de cinco hermanos. Nació y creció en un pequeño pueblo aragonés, Berdejo. Aunque hace muchos años que ya no vive allí, mi abuelo sigue yendo cada verano, cuando se llena de vida y movimiento. Tenía solo 12 años cuando lo enviaron a estudiar a Calatayud, la ciudad más cercana, por recomendación de uno de sus profesores. Pasó un año en un internado, donde sufrió las diferencias entre el pueblo y la ciudad. Afortunadamente el año siguiente pudo mudarse a Madrid, con sus tíos y primos. Allí estudió bachillerato y magisterio. Cuando tuvo la opción, empezó a trabajar mientras estudiaba. Le asignaron Ledesma, un pueblecito de Castilla y León. Tuvo que probar su valía desde el principio, porque el cura del pueblo no se lo pensaba poner nada fácil. Como no había suficientes maestros, en los pueblos como Ledesma era el cura quien llevaba la escuela, y a este no le hizo ninguna gracia perderla. De hecho, se lo dejó claro nada más llegar mi abuelo, y se marchó dejándolo con la propuesta de llevarla juntos en la boca. Pero no acabó ahí; cuando mi abuelo fue a la posada donde había de hospedarse, la patrona le pidió 25 pesetas por noche. Eso pasaba con creces las ganancias que mi abuelo iba a obtener, así que se dijo en voz alta que tendría que renunciar. Al escucharlo, la patrona se retractó y bajo el precio casi a la mitad, explicando que acababa de irse el cura tras ordenarle que le cobrara ese despropósito. Cuando mi abuelo iba a acudir a las oposiciones, debía dejar a alguien en la escuela, así que fue a preguntar al alcalde. Él le hablo de una joven que acababa de terminar sus estudios, así que fue a hablar con ella. Cuál no sería su sorpresa cuando, al proponérselo, la chica se negó en redondo argumentando que el cura le había advertido que ni se le ocurriera aceptar. Por suerte la maestra de la escuela femenina se ofreció a llevar ambas hasta el regreso de mi abuelo. Así lo hizo, pero en cuanto aprobó las oposiciones mi abuelo puso tierra de por medio. Hacía bien en no fiarse del cura, quien para colmo acabo siendo expulsado del pueblo por acosar a una chica.
Después de la puesta a prueba su primer año, vinieron otros más tranquilos donde ejerció en Ciria y Jaraba, más cercanos a su pueblo natal.
Mequinenza fue el último pueblo en el que dio clase a la parque en el que más años duró. Allí conoció a una joven que vivía con sus tíos en otro pueblo, pero que iba frecuentemente para visitar a sus padres. Una bonita amistad por carta derivó a, años más tarde, mudarse juntos de Zaragoza cuando mi abuelo aprobó las oposiciones para dar clase en la ciudad. En la capital se casaron, y tuvieron cuatro estupendos hijos.
En las mejores fotos que he encontrado aparece siempre rodeado de su familia. Su rostro, en general, es distraído o serio, sin embargo hay una que capta a la perfección su franca sonrisa, tal como la muestra cada vez que lo veo. Mi abuelo es un hombre honesto, tranquilo y de pocas palabras, y palabras son las que me faltan a mí para expresar cuánto le quiero.

EL RETRATO DE MI MADRE Por Lucía Ibor

Es muy extraño que mi madre no apareciese sonriendo en las fotos de pequeña.  Mi favorita, sin duda alguna, es una en la que ella aparece sobre un sillón de color rojo, con una  sonrisa  tan grande que ilumina la fotografía por completo.  Este gesto se convirtió en su marca de identidad y nos da grandes pistas sobre su carácter, siempre juguetón y afable.

Las demás fotos de esta época son muy variadas, pero en todas se repite el mismo patrón. Una gran sonrisa y una pose graciosa como elementos principales, sumado a una seguridad en sí misma desbordante (para lo pequeña que era) y a una felicidad envidiable. De hecho, detecto un cierto parentesco entre ella y yo.

Nacer la pequeña de cinco hermanos no debió de ser fácil, pero mi madre siempre fue una luchadora que peleaba contra las injusticias, y probablemente esa fue la razón por la que  a veces se la tachaba de rebelde.  Puede parecer una característica a rechazar, pero siempre he opinado que esa rebeldía le proporcionó la fortaleza suficiente para enfrentarse a lo que quisiera.

Ya en su juventud, mi madre empezó a salir con mi padre como novios a la edad de 18 años. Él era un amigo de mi tío, siempre cercano a la familia, y conocía a mi madre desde pequeña. Juntos han realizado innumerables viajes y han tenido experiencias suficientes para convertirse en mis modelos a seguir.

En mi opinión, la fotografía que mejor resume su relación es una que tienen enmarcada en su dormitorio. En ella mi padre abraza a mi madre desde atrás, apoyando su mentón en la cabeza de su pareja. Aparecen ambos con un gesto sereno, relajado, incluso mi madre inclina la cabeza. Eran los dos muy jóvenes y los colores son en blanco y negro, pero incluso 25 años después, sigo viendo su relación tan cuidada y fuerte como el primer día.