No soy experto en nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), pero sí sé algo sobre educación sexual y jóvenes. Desde mi campo de conocimiento, y con un ánimo absolutamente positivo, quiero compartir con mis compañeros del IES Élaios, algunas cuestiones novedosas que ha generado la llegada el móvil a la vida de nuestros jóvenes.
El tamaño “sí importa”.
Ingenuamente creímos que la gran revolución había sido la generalización del uso de internet; pero no preveíamos, que tan determinante cómo aquello, iba a ser el cambio de soporte con el que acceder a la “red de redes”.
El paso del ordenador al móvil, ha sido el paso de la casa a la portabilidad total: del mueble al bolsillo.
La casa es un espacio compartido, aunque haya espacios de privacidad; de hecho los muebles no pueden salir fuera de ella.
Pero el bolsillo es un espacio de privacidad, aunque haya momentos de uso en compañía. El “cómo” se usan y “con quién”, ha variado de forma total.
Hoy nos referiremos a alguna de esas posibles consecuencias, y si hace falta, nos veremos en próximos números hablando de “otras más” si fuera menester.
La intimidad “Expandida”.
La intimidad es una necesidad de todo ser humano; pero nos hace vulnerables, porque tenemos que compartir nuestra información más delicada.
No se puede “intimar con otros” hablando solo de frivolidades y cuestiones triviales. Intimamos contando con algo más de atrevimiento lo que pensamos, cómo somos, lo que opinamos; y sobre todo, qué sentimos, como nos encontramos, qué hacemos y con quién.
A su vez, los otros, ponen a nuestra disposición información del mismo tipo.
La sexualidad es una información que va de lleno a este “tipo de intimidad” del que hablamos. Tiene que ver con quién nos gusta, cómo nos gusta y por qué nos gusta; que deseamos y no deseamos, qué hacemos y qué no hacemos. Esta información es de índole absolutamente reservada y a los ojos de “otros ajenos a mí”, pondría al descubierto mi mundo más preciado y personal.
La intimidad requiere de tiempos, de encuentros, de dedicación, de compartir con discreción… Esto requiere de un tiempo que no siempre tenemos para el encuentro directo en la vida real; pero que sí podemos encontrar en el mundo virtual.
¿Qué pasa con la comunicación en WhatsApp, Instagram, Facebook o plataformas similares?
Son una vía de acceso a la intimidad, nuestra y de los otros, a una velocidad mucho mayor a la que podríamos tener en la vida real con el contacto real.
De este modo, se multiplica el número de personas con las que podemos y nos pueden compartir contenidos íntimos.Al depender de la discreción y el tacto de más personas, solo por pura estadística, es más probable que suframos algún atropello indeseado ante dicha intimidad compartida. O, tampoco se puede olvidar, ser nosotros quienes atropellemos la intimidad de otras personas.
No se trata de asustar a nuestros lectores. Los tenemos en la más alta consideración. Solo animarles a reflexionar sobre “quiénes” tienen acceso a nuestra información íntima… ¿Son los mismos a quiénes haríamos participes de nuestra intimidad en nuestra vida real?
Te dejamos con la pregunta. Tuya es la respuesta.