DÉJALOS, SON COSAS DE NIÑOS Por Ángela Lambán

Acoso, atosigamiento, hostigamiento, persecución, aprieto, molestia, cacería… Podría continuar citando sinónimos pero me gustaría plantearles una pregunta, ¿Qué es lo que encierra esta palabra?, no traten de explicarme lo que significa ni de dónde viene puesto que no es nada que no puedan encontrar en el maravilloso y nada peligroso mundo de Internet. Me gustaría saber si conocen los sentimientos y el sufrimiento que esconde esta palabra, puede que intenten imaginárselo y ponerse en el lugar de la persona que lo sufre, pero, por mucha capacidad de empatizar que poseamos, nunca seremos capaces de saber lo que se siente hasta que lo suframos en nuestras propias carnes. Mucha gente continua creyendo que el acoso es solo una tontería, y en muchos casos, una cosa de niños, lo más probable es que no lo hayan sufrido. Me gustaría decir que ese también es mi caso pero teniendo en cuenta que nací siendo mujer, se puede decir que en el instante en que empecé a respirar, estaba destinada a sentirme acosada. Hablar del acoso hacia el sexo femenino sería, únicamente, sopesar la punta del iceberg sin ser consciente que en las profundidades hay mucho más, demasiado a decir verdad.

Quiero hablar de multitud de cosas en este artículo, se me pasan tantas por la cabeza que no sé ni por dónde empezar.

Quizá debería comenzar comentando que la mayor parte de las personas a las que va dirigido este comportamiento, pertenecen a colectivos que han sido excluidos de la sociedad a lo largo de toda la historia, me refiero a personas homosexuales, bisexuales, transgénero…  Esta violencia también va dirigida, por desgracia, a más de la mitad de la población mundial, las mujeres. Personas que por ser consideradas el sexo débil han vivido siendo esclavizadas, y cuando por fin consiguen darse cuenta de esto y empiezan a luchar juntas, son consideradas feminazis, el equivalente a lo que hace siglos, serían brujas. A esto me gustaría añadir que si por luchar por mis derechos y los de las demás debo ser quemada, estoy dispuesta a ser yo la que prenda la primera llama que deba consumirme. Yo, ni ninguna de nosotras, estamos dispuestas a vivir detrás de la sombra de ningún hombre, y menos de uno que considera que lo es más por pegar a una mujer, obligarla a quedarse en casa, revisarle el móvil o insultarla. Creo que ya es hora de darse cuenta de que nos encontramos en el siglo XXI y que cada uno y una tiene la libertad de decidir lo que quiere hacer con su cuerpo, su orientación sexual y su vida.

Un gran porcentaje de la gente que leáis este artículo, lo más probable es que no lleguéis hasta aquí, y si lo hacéis puede que llevéis un buen rato insultándome a mí y a toda mi descendencia. Esto se debe a dos motivos, que para empezar hayas leído que soy mujer y hayas pensado que mi criterio e inteligencia son nulos o bien, que pienses que soy una extremista y una feminazi, en cualquiera de los dos casos, te sugiero que abandones esta lectura, me temo que no va a mejorar y posiblemente voy a ahorrarte unos minutos de tu vida que quizá puedas emplear echándote una siesta, algo mucho más productivo. En el caso de que te esté resultando amena la lectura, debo decirte bienvenido o bienvenida, al final nos espera lo mejor.

A nosotros, los seres humanos nos encanta llevar a cabo acciones sin pensar en las consecuencias, y puede ser que por eso seamos los creadores de nuestros propios conflictos y problemas. En el caso del acoso no podría ser de otra forma. Disfrutamos de hacer bromas y contar chistes fomentando el machismo, el racismo, la transfobia, la homofobia… y creando estereotipos, todo ello sin ser conscientes de que nuestros actos tienen consecuencias, y de que una broma sin mala intención puede llevar a otra, y a otra, y a otra más, que poco a poco se va acrecentando hasta llevar a comentarios y actos que debemos evitar.

Y es que acosar no implica únicamente la acción de violencia física de una persona a otra, no solo si te pegan tienes derecho a denunciar o a manifestar que estás sufriendo acoso. La mayoría de veces no somos conscientes de que el acto de acosar comienza con pequeñas cosas como bromas o insultos poco violentos, que toleramos porque al fin y al cabo eran broma, ¿no?, que poco a poco se agravan hasta llegar a un atosigamiento verbal continuo, y en las peores situaciones a una agresión física.

Me gustaría finalizar diciendo que una buena educación basada en el respeto y la aceptación mutua podría solucionar muchos problemas. Quizá un “no, no es verdad” como respuesta a un “déjales, son cosas de niños” podría hacer que un futuro hombre no piense que una mujer le pertenece por el simple hecho de ser mujer. Pequeños actos pueden evitar el agravamiento de un conflicto.