LA NO NORMALIDAD Y EL EFECTO AVESTRUZ Por Víctor Bravo

LA NORMALIDAD, RECUPERARLA SE HA CONVERTIDO EN EL DESEO DE MUCHAS PERSONAS, PERO, ¿POR QUÉ?

Cuando era pequeño, le pregunté a mi madre qué era la normalidad, tras unos segundos, ella contestó: “lo que tiene que ver con lo normal”. Una explicación demasiado sencilla y breve para el incansable espíritu de un niño repleto de preguntas; entonces le pregunté, “¿y qué es lo normal?”. Sin duda la pregunta no era nada fácil puesto que casi nunca nos paramos a pensar qué significan y qué valor tienen las palabras que utilizamos, por tanto, la respuesta se limitó a buscar un contrario: “pues lo que no es raro” afirmó ella. Más de una década después me sigo haciendo la misma pregunta: ¿qué es la normalidad? Tener una vivienda y poder pagar las facturas, poder trabajar o ir a la escuela, tener asistencia médica gratuita, relacionarte con otras personas, poder pagar la comida, vivir libremente… ¿Y lo “raro”? Sencillamente todo lo contrario: no tener ingresos, no poder comer, no poder vivir libremente… Entonces, llego a la conclusión de que es imposible que exista la normalidad, de que aquello que nos venden como normal, realmente no puede serlo.

Seguramente estarán diciendo, “¿cómo que no puede existir?, ¡si estoy deseando recuperarla!” Es en este momento cuando me planteo si es normal la pobreza en la que viven millones de personas, si es normal el hambre que se vive en países menos desarrollados, si es normal que sigan existiendo desigualdades entre hombres y mujeres, si es normal que los humanos hayamos agotado y estemos agotando numerosos recursos naturales. ¿Es esto normal? Realmente parece imposible de creer que en pleno siglo XXI asumamos que estos problemas, que implican el sufrimiento de millones de personas y el resentimiento del planeta, forman parte de la “normalidad”. ¡Me niego!, me niego a pensar que el ser humano sea tan despiadado de considerar que el sufrimiento de otras personas forma parte de lo “normal”.

«EFECTO AVESTRUZ»

Entonces, ¿por qué no atajamos de raíz esta problemática? Los avestruces entierran su cabeza en la tierra, buscando mimetizarse entre la naturaleza pasar desapercibidos ante riesgo que suponen los depredadores. Los psicólogos cognitivos estudian un nuevo sesgo cognitivo que denominan el efecto avestruz, una tendencia que lleva a los humanos a formar una realidad subjetiva en la que todo va bien y en la que la “normalidad” siempre va a continuar. Esto conduce a que el ser humano se crea intocable, crea nada puede afectarle, como una pandemia mundial, porque disponemos de amplios conocimientos tecnológicos, médicos, astronómicos o geológicos. Pero no somos conscientes de que nuestra existencia sobre la Tierra es fruto de una casualidad, y que esa misma casualidad podría hacernos desaparecer. Quizá, la creencia de que el ser humano es intocable y lo sabe todo, sea la causa que nos impide ver los problemas globales. O quizá, otra posibilidad, más dolorosa, es que aquellas personas que disfrutan de una situación favorable y que no sufren los problemas, se estén comportando de manera algo egoísta, mirando hacia otro lado o escondiendo la cabeza en la tierra, mientras seres de su misma especie sufren, puesto que evitar ese sufrimiento supondría acabar con su querida “normalidad”.

Sea cual sea la causa de la inacción, ¿por qué las personas están deseosas de volver a la “normalidad” anterior al coronavirus? Porque creen que la “normalidad” del resto de personas es igual de buena que la suya, puesto que el “efecto avestruz” les impide ver que la de miles de personas pasa por no tener ingresos, no poder comer, ir a un centro sanitario o ir a la escuela. Es ahora cuando debemos actuar, el tiempo se nos está acabando y aún tenemos que acabar con la antigua y la “nueva” normalidad (es decir, la situación previa al coronavirus, pero con la presencia de mascarillas, hidrogeles y distancias de seguridad). Solo cuando toda la población mundial pueda tener los mismos derechos y acceder a los mismos recursos; y solo cuando hayamos encontrado un modelo económico y social que no sea dañino para la Tierra, podremos decir que nos encontramos en la ansiada normalidad.