CINE CONTRA EL OLVIDO Por Pablo Aylagas

CINE CONTRA EL OLVIDO Por Pablo Aylagas

El jueves 4 de abril en la 2 de Televisión Española se emitió el documental El silencio de otros. Al día siguiente, de casualidad, se proyectó en la Filmoteca de Zaragoza englobado en las II Jornadas Culturales Republicanas, organizadas por el Ateneo Republicano de Zaragoza. A los que no pudimos verlo en la tele, se nos daba la oportunidad de visionarlo.

El documental, dirigido por Almudena Carracedo y Robert Bahar y producido por Pedro Almodóvar, con seis años de rodaje, hace un seguimiento de la querella que un grupo de víctimas de la dictadura franquista presentaron en 2010 en Argentina con el fin de que los crímenes de lesa humanidad cometidos por aquellos que formaron parte del aparato represivo de la dictadura fueran investigados para ser identificados como responsables y sancionados. Cuando el juez Baltasar Garzón  intentó llevar a cabo una investigación sobre estos hechos, fue suspendido de sus funciones  por incumplir la Ley de Amnistía de 1977. Esta ley, que supuso un pacto del olvido, y absolvió a los responsables de la represión durante la dictadura, incumple el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, que afirma que los crímenes de lesa humanidad no prescriben. En cualquier caso, la suspensión del juez obliga a que la querella se tenga que hacer fuera de España.

Durante la película, se puede ver a distintos querellantes contando su caso ante las cámaras, rompiendo en ocasiones a llorar. Entre estos, destaca un hombre que fue torturado por Antonio González Pacheco (alias «Billy el Niño») y que tiene que soportar vivir a escasos metros de este, quien ha salido impune, y en la C/ General Yagüe (El carnicero de Badajoz), para más inri.

También  aparece una mujer, madre soltera, que fue víctima del robo de su bebé. Al seguir Franco las pautas del «psiquiatra» Antonio Vallejo-Nájera, quien afirmó que los defensores de la República en la Guerra Civil eran portadores de un «gen rojo» y había que separarlos de sus hijos para hacerlo desaparecer, la espeluznante consecuencia fueron los 300.000 casos de niños robados entre 1940 y 1990. Se les decía a las madres que el bebé había fallecido y se les entregaba  a familias ricas.

María Martín

Otro caso es la conmovedora historia de una María Martín, señora mayor que cuenta cómo mataron a su madre y la dejaron en una cuneta, donde ahora hay encima una carretera a la que va a dejar flores, y quien pronuncia una frase que dice así: «Qué injusta es la vida. No, qué injustos somos los seres humanos». Su fallecimiento antes de ser terminado el documental hace que su hija se implique en intentar hacer justicia y enterrar dignamente a su abuela.

Ascensión Mendieta

Por último, destaca el caso de Ascensión Mendieta, otra anciana cuyo único deseo antes de morir es poder enterrar dignamente a su padre, quien está en una fosa común del cementerio tras haber sido asesinado por estar afiliado en la UGT. Ascensión, con ayuda de su hija, participa en la querella y cuando consigue encontrar los restos de su padre rompe a llorar de emoción.

El silencio de otros está premiada con el premio del público a mejor documental en el Festival de Berlín, con el premio cinematográfico José María Forqué a mejor documental y con el Goya a mejor película documental.

Sin duda, es una película estremecedora que clama contra el olvido y en pos de la justicia y la reparación de los que sufrieron en sus carnes el terror de casi 40 años de dictadura, que en absoluto quieren venganza. Es necesaria de ver y desde luego consigue conmover a quien decida hacerlo.

EL PROBLEMA DEL FALSO «FEMINISMO» Por Gema Gracia

EL PROBLEMA DEL FALSO «FEMINISMO» Por Gema Gracia

Un promedio de esperanza de vida de 36 a 50 años. Suena a algo del Medievo, la edad que alcanzaría con suerte un campesino trabajando en las tierras de un señor feudal en condiciones de vida pésimas. Pero en realidad, ese es el promedio de vida de las personas transgénero que murieron en 2018: 50 en España y 36 en Latinoamérica.

“36”, tan solo imagínenlo, salgan de su privilegio cisexual (en el que yo me incluyo) y usemos la empatía, que en estos tiempos hace más falta que nunca. En mi caso me quedarían unos  18 años, la mitad de lo que llevo de vida, que quizás, según de qué perspectiva se mire son bastantes años, pero el tiempo se nos escurre entre los dedos antes de que se dé uno cuenta, los planes del futuro se truncan, y con las crisis actuales, más que vivir, se malvive. Esos dieciocho años, sumados a la discriminación social y el acoso que sufren las personas transgénero día a día, no son nada.

Un acoso constante que se sufre en todos los ámbitos de la vida, desde ser despedido hasta no recibir atención médica. Todo ello por ser lo que eres. Todo esto en sociedades que presumen de ser avanzadas, pero si te sales de lo convencional enseguida te conviertes en el saco de boxeo de una población que se niega al progreso y a la aceptación de que hay que acabar con  la idea de que existe una clase de persona “normal”. Citando a M.Hernández: “Nunca fuisteis muchachos, y queréis que persista/ un mundo aparatoso de cartón estirado,/ por donde el cartón vaya paticojo y turista/ rey entre maniquíes de pulso congelado.”

Con la llegada del movimiento feminista que nos ha traído el valor para luchar contra la opresión y que ha dado luz verde a un movimiento social, que no solo demanda la igualdad de las mujeres, sino de otros colectivos oprimidos como el de las personas de color, se arrojaba un  rayo de esperanza para un colectivo tan maltratado como el trans. Pero dentro de este ha surgido uno de sus mayores enemigos, en concreto el de las mujeres trans: las TERFS.

TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist) que en español significa Feminismo Radical Trans Excluyente es, como su  propio nombre indica, un “feminismo” que niega la identidad de género de las mujeres trans  a las que ven como hombres que intentan oprimirlas y la de los hombres trans, a los que ven como “traidoras”. En resumen, que esto de feminismo no tiene nada, y mucho menos radical, no hay nada de feminista en discriminar a una mujer, en todo caso es más bien un movimiento tránsfobo y machista.

Lo triste del asunto es que muchas de las mujeres TERFs que hay forman parte del colectivo LGBT, que una minoría ataque a otra con la que en teoría debería aliarse me parece repugnante, teniendo en cuenta que las mujeres transexuales (y de color) fueron pioneras en la lucha de los derechos LGBT como las grandes Marsha. P. Johnson y Sylvia Rivera. La transfobia de este grupo les ha llevado en ocasiones a colaborar y pactar con grupos conservadores y homófobos y a intentan erradicar la historia Queer.

A veces tengo la sensación de que le hemos atribuido la cara del feminismo a las mujeres blancas y cisexuales, es por ello que surgen grupos como este. Debemos de aceptar de una vez por todas que la nueva oleada de feminismo es algo más que la lucha por la igualdad de las mujeres. Es un gran movimiento social que tiene que luchar por los derechos de todas las minorías no privilegiadas y lograr así que las personas transgénero tengan la vida larga y plena que se merecen.

“NINGÚN PROBLEMA”… HASTA AHORA  Por Gema Gracia

“NINGÚN PROBLEMA”… HASTA AHORA Por Gema Gracia

Casi parece una de sus películas, pero en este caso el papel de villano lo interpreta la propia Disney, es así como lo ve Shelton Mpala, el activista de Zimbabwe que ha conseguido más de 180.000 de firmas con su propuesta para que Disney renuncie al “trademark” del eslogan “Hakuna Matata” ( “ningún problema” en swahili) que la empresa registró como suyo en 2003. Mpala acusa a Disney de apropiación cultural, colonialismo y robo. La situación es un tanto desconcertante, no sé que es más absurdo, que una empresa pueda patentar un dicho como suyo o que haya que realizar una recogida de firmas en internet para evitar esto debido a la inexistencia de leyes que pudiesen evitar un suceso como el robo cultural.

No puedo evitar acordarme de un caso parecido que ocurrió el pasado mayo en el que una cadena de comida en Chicago llamada “Aloha Poke Co” empezó a demandar a los comercios locales hawaiianos que usaban las palabras “aloha” o “poke” como nombre. ¿Se imaginan la de garitos que tendrían que cerrar si una multinacional se hiciese con los derechos de “tapas” y mandase a su buffete de buitres a realizar demandas? ¿Tiene razón el anuncio y ahora vamos a tener que comprar expresiones y chistes para poder usarlos? . Aunque tampoco hay que dramatizar ya que si todas las compañías se dedicasen a demandarnos por expresiones de la vida cotidiana con lo extendido que esta el uso del “Co” por estos lares el beneficio económico sería inimaginable.

Pero dejando afuera las divagaciones, el que las empresas ajenas a una región puedan hacerse con expresiones culturales de esta es algo siniestro, que los derechos sobre un lenguaje que no te pertenecen puedan ser obtenidos con dinero se siente como si pudiesen arrancarte un trocito cultural de ti. No puedo evitar la comparación con la “nuevalengua” de 1984 que retiraba palabras y las simplificaba para hacer la mente de los ciudadanos más moldeable. Así pues, que será de la razón humana y la cultura si nuestro lenguaje puede ser arrebatado tan fácilmente.