Un promedio de esperanza de vida de 36 a 50 años. Suena a algo del Medievo, la edad que alcanzaría con suerte un campesino trabajando en las tierras de un señor feudal en condiciones de vida pésimas. Pero en realidad, ese es el promedio de vida de las personas transgénero que murieron en 2018: 50 en España y 36 en Latinoamérica.
“36”, tan solo imagínenlo, salgan de su privilegio cisexual (en el que yo me incluyo) y usemos la empatía, que en estos tiempos hace más falta que nunca. En mi caso me quedarían unos 18 años, la mitad de lo que llevo de vida, que quizás, según de qué perspectiva se mire son bastantes años, pero el tiempo se nos escurre entre los dedos antes de que se dé uno cuenta, los planes del futuro se truncan, y con las crisis actuales, más que vivir, se malvive. Esos dieciocho años, sumados a la discriminación social y el acoso que sufren las personas transgénero día a día, no son nada.
Un acoso constante que se sufre en todos los ámbitos de la vida, desde ser despedido hasta no recibir atención médica. Todo ello por ser lo que eres. Todo esto en sociedades que presumen de ser avanzadas, pero si te sales de lo convencional enseguida te conviertes en el saco de boxeo de una población que se niega al progreso y a la aceptación de que hay que acabar con la idea de que existe una clase de persona “normal”. Citando a M.Hernández: “Nunca fuisteis muchachos, y queréis que persista/ un mundo aparatoso de cartón estirado,/ por donde el cartón vaya paticojo y turista/ rey entre maniquíes de pulso congelado.”
Con la llegada del movimiento feminista que nos ha traído el valor para luchar contra la opresión y que ha dado luz verde a un movimiento social, que no solo demanda la igualdad de las mujeres, sino de otros colectivos oprimidos como el de las personas de color, se arrojaba un rayo de esperanza para un colectivo tan maltratado como el trans. Pero dentro de este ha surgido uno de sus mayores enemigos, en concreto el de las mujeres trans: las TERFS.
TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist) que en español significa Feminismo Radical Trans Excluyente es, como su propio nombre indica, un “feminismo” que niega la identidad de género de las mujeres trans a las que ven como hombres que intentan oprimirlas y la de los hombres trans, a los que ven como “traidoras”. En resumen, que esto de feminismo no tiene nada, y mucho menos radical, no hay nada de feminista en discriminar a una mujer, en todo caso es más bien un movimiento tránsfobo y machista.
Lo triste del asunto es que muchas de las mujeres TERFs que hay forman parte del colectivo LGBT, que una minoría ataque a otra con la que en teoría debería aliarse me parece repugnante, teniendo en cuenta que las mujeres transexuales (y de color) fueron pioneras en la lucha de los derechos LGBT como las grandes Marsha. P. Johnson y Sylvia Rivera. La transfobia de este grupo les ha llevado en ocasiones a colaborar y pactar con grupos conservadores y homófobos y a intentan erradicar la historia Queer.
A veces tengo la sensación de que le hemos atribuido la cara del feminismo a las mujeres blancas y cisexuales, es por ello que surgen grupos como este. Debemos de aceptar de una vez por todas que la nueva oleada de feminismo es algo más que la lucha por la igualdad de las mujeres. Es un gran movimiento social que tiene que luchar por los derechos de todas las minorías no privilegiadas y lograr así que las personas transgénero tengan la vida larga y plena que se merecen.
Casi parece una de sus películas, pero en este caso el papel de villano lo interpreta la propia Disney, es así como lo ve Shelton Mpala, el activista de Zimbabwe que ha conseguido más de 180.000 de firmas con su propuesta para que Disney renuncie al “trademark” del eslogan “Hakuna Matata” ( “ningún problema” en swahili) que la empresa registró como suyo en 2003. Mpala acusa a Disney de apropiación cultural, colonialismo y robo. La situación es un tanto desconcertante, no sé que es más absurdo, que una empresa pueda patentar un dicho como suyo o que haya que realizar una recogida de firmas en internet para evitar esto debido a la inexistencia de leyes que pudiesen evitar un suceso como el robo cultural.
No puedo evitar acordarme de un caso parecido que ocurrió el pasado mayo en el que una cadena de comida en Chicago llamada “Aloha Poke Co” empezó a demandar a los comercios locales hawaiianos que usaban las palabras “aloha” o “poke” como nombre. ¿Se imaginan la de garitos que tendrían que cerrar si una multinacional se hiciese con los derechos de “tapas” y mandase a su buffete de buitres a realizar demandas? ¿Tiene razón el anuncio y ahora vamos a tener que comprar expresiones y chistes para poder usarlos? . Aunque tampoco hay que dramatizar ya que si todas las compañías se dedicasen a demandarnos por expresiones de la vida cotidiana con lo extendido que esta el uso del “Co” por estos lares el beneficio económico sería inimaginable.
Pero dejando afuera las divagaciones, el que las empresas ajenas a una región puedan hacerse con expresiones culturales de esta es algo siniestro, que los derechos sobre un lenguaje que no te pertenecen puedan ser obtenidos con dinero se siente como si pudiesen arrancarte un trocito cultural de ti. No puedo evitar la comparación con la “nuevalengua” de 1984 que retiraba palabras y las simplificaba para hacer la mente de los ciudadanos más moldeable. Así pues, que será de la razón humana y la cultura si nuestro lenguaje puede ser arrebatado tan fácilmente.
En nuestro viaje cultural por Madrid una de las visitas obligada era, por supuesto, la Real Academia Española de la Lengua, situada justo enfrente del Museo del Prado.
La RAE se fundó en Madrid el año 1713, bajo el reinado de Felipe V, inspirada en el modelo de la Academia Francesa y con el propósito, reflejado en sus primeros estatutos, de trabajar al servicio del idioma español. El escudo de la RAE resume en un lema propio de la época sus fines y obligaciones: “Limpia, fija y da esplendor” a la lengua española.
Desde entonces, la institución se ha dedicado a preservar, mediante sus actividades, obras y publicaciones, el buen uso y la unidad de una lengua en permanente evolución y expansión que es patrimonio común de casi 500 millones de hispanohablantes, una aspiración también recogida en sus estatutos vigentes, de 1993.
La primera sala que visitamos fue la Sala de Juntas donde se reúnen los académicos. La RAE cuenta en la actualidad con cuarenta y seis plazas de miembros de número que ocupan sillas designadas, en mayúsculas y en minúsculas, con parte de las letras del alfabeto español.
Los académicos son elegidos, en votación secreta y por mayoría de sufragios, por los propios componentes de la institución, previa propuesta de candidaturas por parte de un grupo de tres de ellos, y a partir del sexto mes desde el fallecimiento del anterior ocupante de la silla correspondiente, por una cuestión de respeto. Las normas electorales están recogidas en los Estatutos de la RAE y en el Reglamento que regula el funcionamiento interno de la corporación.
Los académicos se reúnen en sesión plenaria, presidida por el director, todos los jueves del año, salvo en los períodos de vacaciones. Durante la semana, participan también en distintas comisiones de trabajo que estudian enmiendas y adiciones al Diccionario, así como la marcha de los diferentes proyectos.
Desde su creación, y hasta la fecha, la RAE ha tenido treinta directores. El primero de ellos, de 1713 a 1725, fue Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, en cuya casa estuvo ubicada la sede de la institución. El actual, Darío Villanueva, fue elegido el 11 de diciembre de 2014.
Debido a la extensión del español en la actualidad, la RAE sigue una política panhispánica y tiene en cuenta los distintos dialectos de español que hay por todo el mundo. En 1951 se creó en México la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), que agrupa a las veintitrés corporaciones de América, España, Filipinas y Guinea Ecuatorial. Desde su creación, y especialmente en los últimos años, la Asociación ha impulsado una política lingüística que implica la colaboración de todas ellas en las obras y proyectos académicos.
A través de un trabajo de intercambio permanente, las academias de la lengua se ocupan de fijar, mediante diálogo y consenso, la norma común -sobre léxico, gramática y ortografía- para todos los hispanohablantes. La aspiración final es favorecer la unidad de la lengua dentro de la diversidad propia del ámbito hispánico.
A continuación, continuamos subiendo unas escaleras en las que hay unos girasoles de metal que se despliegan únicamente cuando el rey visita la Academia. Proseguimos la visita en la biblioteca, donde pudimos ver las estanterías donde se encuentran todos los libros que la institución posee, entre ellos las más importantes ediciones de diccionarios.
La Academia ha reunido a lo largo de su historia fondos bibliográficos de gran importancia. Su archivo reúne la documentación generada por la corporación desde el año de su fundación, 1713, hasta la actualidad. En julio de 2016 se puso a disposición de los investigadores una aplicación de consulta de los fondos digitalizados –especialmente buena parte de los documentos del s.XVIII-, que se irá actualizando con nuevas cargas de datos.
La biblioteca cuenta con unos 280000 volúmenes de libros y unas 800 cabeceras de publicaciones periódicas. Entre sus fondos, especialmente dedicados a lingüística y literatura española e hispanoamericana, figuran manuscritos, incunables y primeras ediciones de obras de los principales escritores españoles. Además de los ya mencionados legados de Dámaso Alonso y Antonio Rodríguez Moñino, ambos de gran valor histórico, en 2013 recibió también el legado del académico José Luis Borau.
Por supuesto, no podíamos irnos sin ver las dos bibliotecas que abarcan el legado de dos importantes escritores y miembros de la RAE: Antonio Rodríguez Moñino y Dámaso Alonso.
El legado de Antonio Rodríguez-Moñino y su esposa María Brey está constituido por aproximadamente diecisiete mil volúmenes de la colección cedida a la Academia por disposición testamentaria. Reúne cerca de 2660 documentos manuscritos, desde el siglo xv. Destacan las obras de Enrique de Villena y el cancionero de Barrantes, con textos de Juan de Mena, y el manuscrito de El Buscón de Quevedo (hacia 1624). También se conservan autógrafos de personajes de la vida política y literaria española de los siglos XVII al XIX y abundante documentación histórica, notarial y genealógica. Entre los autógrafos del siglo XX sobresale el manuscrito de Una casa enla arena, de Pablo Neruda (1965).
La biblioteca particular del profesor y poeta Dámaso Alonso (1898-1990), cedida a la Academia en 1998 por disposición testamentaria, contiene importantes fondos de filología y literaturas románicas, con el interés añadido de que muchas de las obras incluyen anotaciones del propio escritor, quien dirigió la corporación entre 1968 y 1982. Hay, además, objetos personales (condecoraciones, fotos…), manuscritos autógrafos, abundante documentación y una considerable correspondencia con 2913 escritores e hispanistas. Todos estos materiales quedaron instalados, en octubre de 1998, en una sala especialmente dispuesta para ello por la Academia, inaugurada por los Reyes de España el 10 de noviembre de aquel mismo año. Incluye también un fondo documental con manuscritos autógrafos suyos, abundante documentación personal y profesional, y una rica correspondencia con escritores e hispanistas de reconocido prestigio, en particular con los hombres del 27, con los poetas de postguerra, con los escritores exiliados, o con personalidades destacadas del mundo de la cultura. Además, esta sala es lugar de reunión de diversas comisiones y es el rincón favorito de la mayoría de académicos. De hecho, el director de la RAE eligió esta habitación para ser entrevistado el mismo día que hicimos la visita.
Por último, nos llevaron al salón de actos, al que se accede desde la biblioteca de Dámaso Alonso. Allí nos explicaron el procedimiento mediante el cual un académico toma posesión de su cargo y la disposición de las autoridades políticas y literarias en el acto. El académico electo «tomará posesión leyendo un discurso en junta pública en el plazo improrrogable de dos años a partir de su elección». Los actos de toma de posesión de los académicos, y la correspondiente lectura y edición del discurso son públicos. Además, el salón es el lugar donde se encuentra un retrato de Don Miguel de Cervantes Saavedra, que llegó a la sede en 1911 y preside la sala bajo el retrato de Felipe V. Tras varios debates, se determinó que se trata de una imitación y no del retrato pintado por Juan de Jáuregui, aunque en 1912 Alejandro Pidal, quien fuera por aquel entonces director de la institución, defendió su autenticidad, y en 1949 Enrique Lafuente Ferrari, historiador del arte, defendió su falsedad.
Como anécdota, merece mención el hecho de que cuando estábamos en las puertas de la RAE unos periodistas de Telecinco nos entrevistaron preguntándonos respecto a nuestra opinión de la introducción de nuevas palabras, y acabamos saliendo en el telediario de esa noche.
Caos, pero sobre todo, recuerdos. Esa son las primeras sensaciones que nos causa ver la interminable hilera de estanterías llenas de objetos de todo tipo una vez hemos entrado en la exposición. Con “El Objeto de la Memoria», el artista Vicente García Plana nos hace reflexionar sobre la historia personal, y la compartida, además de sobre el sentido de lo que somos, fuimos y seremos a través de objetos de la vida cotidiana.
Vicente Gracía Plana comenzó a recopilar objetos desde muy pequeño, al principio de forma desordenada y sin una intención en particular. Poco a poco, esta actividad fue evolucionando hasta convertirse en su modo de expresión artística.
La exposición comienza con el enorme archivo de objetos que vertebra su taller en una paradoja de orden y caos. Las estanterías están alineadas, con toda clase de cosas “ordenadas” por tipos, pero la multitud de distintos cachivaches nos hace perdernos en la inmensidad. Los objetos se apilan de la misma manera que se acumulan los recuerdos en nuestra memoria, muy cerca unos de otros, separados por el brevísimo espacio de tiempo en el que pasamos de una idea a la otra, de un recuerdo a otro. La mayor parte de los objetos aquí expuestos carece de valor material o histórico. Su fuerza reside en presentarse como generadores de recuerdos, que activan una memoria personal o colectiva.
En las distintas colecciones a continuación, los juegos y series de objetos están ordenados por tipo, no como en el caótico principio; sin embargo, el espíritu es el mismo. Objetos de la vida cotidiana, que pasan cada día por nuestras manos. Algunos se separan del resto y se atesoran por su enorme valor, otros se salvan por su carácter sentimental. De estas series destacan las» Cajas de la Memoria», pequeñas colecciones en cajas de costura donde el artista guarda determinados objetos junto a reflexiones y recuerdos: la infancia, la familia, el viaje, la amistad, el devenir de la vida….etc. Temas trascendentales que cohesionan esta exposición acompañándonos en un viaje por la vida a través del río de las cosas.