Caos, pero sobre todo, recuerdos. Esa son las primeras sensaciones que nos causa ver la interminable hilera de estanterías llenas de objetos de todo tipo una vez hemos entrado en la exposición. Con “El Objeto de la Memoria», el artista Vicente García Plana nos hace reflexionar sobre la historia personal, y la compartida, además de sobre el sentido de lo que somos, fuimos y seremos a través de objetos de la vida cotidiana.
Vicente Gracía Plana comenzó a recopilar objetos desde muy pequeño, al principio de forma desordenada y sin una intención en particular. Poco a poco, esta actividad fue evolucionando hasta convertirse en su modo de expresión artística.
La exposición comienza con el enorme archivo de objetos que vertebra su taller en una paradoja de orden y caos. Las estanterías están alineadas, con toda clase de cosas “ordenadas” por tipos, pero la multitud de distintos cachivaches nos hace perdernos en la inmensidad. Los objetos se apilan de la misma manera que se acumulan los recuerdos en nuestra memoria, muy cerca unos de otros, separados por el brevísimo espacio de tiempo en el que pasamos de una idea a la otra, de un recuerdo a otro. La mayor parte de los objetos aquí expuestos carece de valor material o histórico. Su fuerza reside en presentarse como generadores de recuerdos, que activan una memoria personal o colectiva.
En las distintas colecciones a continuación, los juegos y series de objetos están ordenados por tipo, no como en el caótico principio; sin embargo, el espíritu es el mismo. Objetos de la vida cotidiana, que pasan cada día por nuestras manos. Algunos se separan del resto y se atesoran por su enorme valor, otros se salvan por su carácter sentimental. De estas series destacan las» Cajas de la Memoria», pequeñas colecciones en cajas de costura donde el artista guarda determinados objetos junto a reflexiones y recuerdos: la infancia, la familia, el viaje, la amistad, el devenir de la vida….etc. Temas trascendentales que cohesionan esta exposición acompañándonos en un viaje por la vida a través del río de las cosas.
Este sábado tuvimos el placer de asistir a la exposición realizada por alumnos de distintos centros de Zaragoza, como la Escuela de Artes, el IES Andalán y el IES Goya, que estuvo expuesta durante los días 29 y 30 de septiembre de 2018 en un espacio cultural e histórico tan importante como es el Palacio de la Aljafería, en concreto en el foso.
La elección de este lugar no es fruto del azar, sino que pretende jugar con la herencia cultural de la Aljafería, ya que se hace un viaje en el tiempo por los distintos periodos que han marcado la historia de Aragón: la Edad Media Islámica, la Edad Media Cristiana, la Edad Moderna y por último la Edad Contemporánea. Todo ello en un recorrido que nos invita a reflexionar.
La primera de las cuatro instalaciones: “SOMOS”, desarrollada por los alumnos de 1º de Bachillerato A de la Escuela de Artes, junto a la artista Inés Peña y los profesores Silvia Guillén y José Carlos Vegas, nos habla sobre uno de los periodos históricos en los que se ha dividido el proyecto: la Edad Media Islámica.
Este periodo comprende cerca de 400 años en los que fuimos parte fundamental de los territorios del Islam, primero como territorio perteneciente a Al-Andalus y posteriormente, como Taifa independiente hasta la conquista de la ciudad en 1118 por Alfonso I El Batallador. Esta instalación pone de relieve el legado de este periodo en nuestra cultura, a la vez que lanza un mensaje contra la discriminación en cualquiera de sus términos (género, orientación sexual, cultural, religiosa, etc.) y para ello se emplean dos de los sistemas simbólicos y estéticos de representación esenciales de la tradición islámica: la vegetación y la caligrafía.
De esta manera, la instalación SOMOS reflexiona sobre como este periodo ha determinado el transcurso de nuestro territorio y de nuestra concepción colectiva como descendientes de grupos étnicos que convivieron en los espacios de nuestra ciudad (árabes, yemeníes, sirios, bereberes, muladíes, judíos, mozárabes, etc.)
Cubriendo la actual lámina de césped del foso con sábanas blancas se pretende evocar el aspecto original del palacio hispano musulmán y de la antigua capital de la Taifa de Saraqusta, conocida popularmente como Al-Madinah al-Bayda, que podemos traducir como “La Ciudad Blanca”, por el brillo del mármol de sus murallas y por la abundancia de sus encalados y enlucidos.
Además, los colores utilizados son especialmente representativos en los territorios donde la población islámica era la mayoritaria, ya que el verde es el color propio del profeta Mahoma y el blanco el color de los Omeya de Damasco y de los Almohades, estando ambas dinastías estrechamente ligadas a nuestro pasado andalusí.
Destacando en color verde, entre las sábanas blancas, se deja ver el césped que nos invita a recorrer un camino que simboliza la historia de todos.
Este camino sinuoso dibuja una línea continua verde que es, a la vez, camino y palabra. Una palabra que construimos en nuestro caminar, pero que nos es difícil leer desde este plano. Será necesario superar el foso, subir a la parte de arriba y recorrer el mismo tramo para poder leer este palíndromo; SOMOS. Una palabra que nos permite descifrar nuestro recorrido, y su simbología, ya sea de derecha a izquierda o a la inversa, haciendo alusión a la escritura árabe y latina y su relación identitaria secular.
La instalación ubicada en el sector meridional del Palacio corresponde a la Edad Media cristiana y ha sido realizada por los alumnos de 1º de bachillerato C del IES Andalán, junto al artista Valentín Silva Bolea y la profesora Mónica Calonge.
El periodo histórico en el que se basa esta instalación comienza entorno al año 1000 d.C en los valles pirenaicos, donde unas pocas tribus cristianas. apoyadas por los reyes francos, emprendieron su lucha armada hacia el sur en un proceso de crecimiento, independencia y alejamiento del poder europeo, arrebatando territorios a Al-Andalús y constituyendo el origen del actual Aragón. Desde entonces hasta prácticamente cinco siglos después, cuando el matrimonio entre Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, dio paso a la unificación de ambas coronas, numerosos monarcas ocuparon el trono de la Corona en una lucha por el poder que comprendió pactos, conflictos y matrimonios a partes iguales, en los que la religión jugó un papel determinante.
Para los alumnos participantes en el proceso, el foso encarna algunos de los valores más negativos de dicha época: las relaciones de vasallaje y soberanía, la imposición de las creencias, el miedo a la intolerancia y, en definitiva, a la muerte. Por eso, frente a esta concepción del foso como lugar donde ahogarse o morir por el ataque de las fieras, la instalación plantea otra visión. Esta consta de más de 3.000 bolsas de plástico llenas de agua cristalina, refleja el cielo al ser vista desde el paso superior y no podría contener un animal más grande que un pez de acuario.
El agua es uno de los elementos más importantes en términos identitarios de Aragón. Del agua del río Aragón tomaron el nombre los primeros señores feudales al discurrir como este hacia las tierras del Ebro. Es por ello que los cierres de las bolsas en rojo y amarillo reflejan sobre el agua las bolsas de los colores de la seña real que constituye nuestra bandera y la de otros territorios que formaron parte de aquella unión política y religiosa.
Ambos elementos, el agua y el pez contienen una fuerte carga simbólica que remite a la dependencia y comunión política entre el poder religioso y territorial. En la Baja Edad Media las imágenes figurativas (prohibidas en el arte islámico, es decir, en el arte del enemigo) inundaban cada momento de la vida (rituales, escudos, arquitecturas, relatos visuales, etc.), ya que eran consideradas fundamentales para expandir la palabra de Dios y para conectar las esferas humana y divina. Sin embargo, el uso de estas imágenes no era siempre el esperado, llegando a ser la causa de otros desenlaces.
El ichtus o ichthys es un símbolo cristiano que nos habla de dichos enlaces, cuando era utilizado como código secreto para identificarse como creyente. La imagen consiste en dos arcos que se intersectan y que representan a un pez aludiendo a la figura de Jesucristo (identificado con dicho animal en varios paisajes bíblicos), así como la persecución que sufrieron los primeros cristianos debido a la intolerancia de la sociedad romana del momento.
Unos siglos después, bajo la ideología de las cruzadas contra el Islam, el Judaísmo y la herejía y con el apoyo ideológico del papado, los reyes aragoneses avanzaron hasta el Levante y el Mediterráneo en su expansión sirviendo a Dios y a los intereses de su representante en la tierra y alcanzando nuevas aguas que supondrían el auge de su poder: el Mar Mediterráneo.
La tercera instalación de nuestro viaje alrededor de la memoria del palacio corresponde al periodo histórico denominado “Edad Moderna” y ha sido desarrollada por los alumnos de 1o de bachillerato C del IES Goya, junto al artista Ion Ander Somovilla y el profesor Alfredo Carrascón.
La Edad Moderna comienza en 1492 y en España suele considerarse acabada en 1808, con la Guerra de la Independencia. Este es un gran momento para el arte en general y para las letras y las artes escénicas en particular, siendo las óperas, las funciones de teatro, los conciertos o las danzas algunas de las expresiones artísticas más accesibles y populares para la población. Por ello, los alumnos decidieron que el medio para la creación de esta instalación fuera el sonoro.
Sin embargo, la situación socio-económica, cultural y política no siempre acompañó a este esplendor cultural, al menos en los antiguos territorios de la Corona de Aragón que vivieron el deterioro, sino la aniquilación de algunas de sus instituciones más emblemáticas. El Palacio de la Aljafería es tal vez el mejor testigo y testimonio de este pasado de luces y sombras, siendo objeto durante esta época de una profunda reconversión que lo transformará en fortaleza militar, sede de la Inquisición y prisión, menoscabando su esencia hasta dejarlo prácticamente en ruinas.
La instalación resulta a primera vista invisible, como las vivencias de todas las personas, colectivos y minorías que, aunque no aparezcan en los libros de Historia, siguen haciendo eco en los grafitis, las melodías, los silencios o los gritos que podemos advertir en espacios como la Torre del Trovador.
Cuando llegamos al sector occidental del foso encontramos un espacio vacío y una estructura monolítica ubicada bajo la Torre del Trovador, escenario y leit motiv de la ópera de Giuseppe Verdi “Il Trovatore” y de la instalación.
“Libranos del silencio” emplea dicha ópera como conductora del sentimiento de la época en el palacio, en concreto el Desertosulla terra del acto I, que acontece en el foso de la misma. Partiendo de la interpretación original del Metropolitan en 1961, el sonido se expande por el espacio del foso expresando el contexto sociocultural de la época y en particular de la Aljafería, que abandona su uso como Palacio (placer) y se convierte en sede de la Inquisición y cárcel (dolor).
La obra interactúa con los visitantes, activándose cuando ellos se salen del recorrido marcado por el camino de adoquines para curiosear el monolito que se ubica bajo la torre.
En ese momento, el sensor, ubicado en el mismo, les hace partícipes de la expresión artística de la época, deformando grotescamente la lírica de Verdi. Si el espectador se acerca todavía más al monolito y lo señala, este castiga al resto de los espectadores, mediante sonidos que representan las angustias sufridas por las personas disidentes del sistema de la época, brutalmente reprimidas por la religión cristiana y el poder monárquico.
Como el recorrido planteado es circular, el viaje acaba con la instalación que el grupo D de 1º de Bachillerato de la Escuela de Artes ha realizado, junto a la artista Eila Siverio y la colaboración de Silvia Guillén e Ignacio Mendiara., para el tramo del foso que se sitúa en la fachada principal.
Formalmente, el inicio de la Edad Contemporánea en España se sitúa en el estallido de la Guerra de la Independencia, aunque en Francia había comenzado ya en 1789 con la Revolución Francesa. Desde entonces hasta nuestros días, la historia comienza un proceso de aceleración que se caracteriza por constantes idas y venidas políticas, guerras, alzamientos, huelgas y revoluciones.
Dentro de este territorio histórico tan amplio y aprovechando la oportunidad de generar una instalación impactante y actual en la fachada principal de las Cortes de Aragón (donde reside el poder democrático) los artistas decidieron realizar una obra que hablara de nuestra propia generación, de nuestros precedentes y sus reivindicaciones y retos.
En este momento donde la ruptura de las disciplinas clásicas y el surgimiento de nuevas técnicas y tecnologías conllevan que todo pueda ser arte si su creador y el número suficiente de público lo convienen, se decidió que el sistema de representación fuese el cuerpo.
Desde mediados de los años 60, una serie de artistas convirtieron sus propios cuerpos en el medio y la herramienta sobre el cual representar e intervenir en la realidad. En base a este espíritu de innovación y experimentación, de ruptura con lo establecido y con los canales del propio arte se ha decidido partir del propio cuerpo para la creación de una instalación que remitiera a todo ello.
Conforme avanzamos en el tiempo y en el arte, este cuerpo individual de artista –o performer- se reconfigura y se convierte en cuerpo social (sustentado en la creación comunitaria) o en cuerpo político (en el contexto de las sociedades de masas y de las dictaduras de los años 60 y 70) para emprender una lucha artística colectiva de acción, agitación y resistencia.
Contracorriente es un homenaje a nuestro tiempo y una invitación a poner el cuerpo frente y en el lugar de la obra de arte. Mediante la instalación de decenas de cuerpos en la lámina del césped se trata de revertir las connotaciones negativas asociadas al foso y reflexionar sobre los valores de una igualdad real en cualquiera de sus términos.
Aquí nuestros cuerpos surcan la democracia, ocupan los espacios públicos, nadan las barreras que nos separan y conquistan juntas sus libertades individuales y colectivas.
Tras la exposición, hemos tenido la oportunidad de compartir unas palabras con la presidenta de las Cortes de Aragón, Violeta Barba, que inauguró el proyecto junto al director del proyecto Álvaro Albajez.
Uno de los fines del proyecto ha sido exponer instalaciones artísticas de artistas jóvenes en el foso: un espacio verde, poco utilizado y que se está recuperando para la ciudadanía. Además, la presidenta, nos comunicó que se están poniendo en marcha varios proyectos para promover el uso de espacios urbanos en Zaragoza y llenar de cultura cada rincón de la ciudad.