Estoy enfadada. ¿Quién no se ha sentido así en algún momento de su vida? Sin embargo, mi enfado va más allá de una pequeña disputa con mis padres, con algún conocido o simplemente conmigo misma. Este sentimiento lleva años acompañándome, no es algo que surja cada mañana al levantarme de la cama, sino cuando enciendo la televisión a las siete de la mañana para ver las noticias.
Otra más. Otra situación más de acoso de cualquier tipo. ¿La razón? Siempre hay alguien que cree superior y se ve con el derecho a infligir daño a otros. Cada día que pasa creo que no pueden surgir nuevas formas de acoso y por desgracia, siempre estoy equivocada. Estas formas surgen de la complejidad y simplicidad del ser humano, de la crueldad que posee y que ponen en manifiesto la creatividad y originalidad humana que tanto alabamos y criticamos al mismo tiempo. No todos los tipos de acoso son iguales ni la gravedad es la misma sin embargo lo que la víctima siente sí es común: miedo, inseguridad, confusión, intimidación, etc.
El acosador suele encontrarse en una posición superior, ya sea por jerarquía o simplemente porque la sociedad lo ha impuesto así, es decir, el modelo de mundo en el que vivimos sitúa a unas personas por encima de otras. Las desigualdades son fruto de criterios culturales, económicos, de género, etc. Y aumentan conforme nos adentramos en culturas y países menos desarrollados como el sistema patriarcal que coloca a la mujer por debajo del hombre simplemente por ser lo “que” es y no “quien” es.
Si existen acosadores existe acoso, que según la RAE se define como acción de acosar, y del cual se puede especificar si es escolar, sexual, laboral, moral, psicológico… tantos tipos y si nos paramos a pensar, está siempre presente en nuestra vida diaria.
Es más, vivimos en una sociedad donde la tecnología es el pan de cada día, y de la cual ha surgido un nuevo tipo de acoso. Tal vez uno de los peores, las nuevas tecnologías han abierto un nuevo abanico de posibilidades a tan solo un click. El cyberbullying se ha extendido como la pólvora, un arma en manos de aquellas personas que crean que deben hacer daño a otras para divertirse. ¿Cómo podría analizarse esta situación? Un acosador se divierte acosando. Esto es algo que la sociedad debería tener muy presente, que alguien sienta placer y entretenimiento en el sufrimiento de otros. Aunque eso no es lo peor, la cuestión es que lo estamos permitiendo. Dejamos que esto suceda, miramos hacia otro lado sin ser conscientes que podríamos ser los siguientes: tanto acosador como víctima.
Porque todos en algún momento hemos sido acosados o somos futuras víctimas. O al revés, a lo mejor todos somos potencialmente acosadores. Cada día surgen nuevos métodos para acosar y salir impune, y esto se debe a que todavía no se ve cómo debería, y es normal si uno se pone a pensarlo porque hasta hace poco era totalmente invisible.
Y es que sigue viéndose como algo normal, por ejemplo, en el ámbito escolar. Con el argumento “son cosas de niños” se debe arreglar el mundo. Desde luego que sí, porque cuando un profesor le dice a un alumno, el cual ha sido ignorado, humillado y burlado por sus compañeros, que son cosas de típicas de los niños y que está exagerando, el niño directamente asiente y vuelve a su vida “normal” donde el acoso es constante.
Y eso es solo violencia psicológica, que puede desencadenar en casos tan graves, y desgraciadamente comunes, como el suicidio del pequeño que se ha sentido incomprendido y alienado y no ve otra manera de escapar.
Muchas veces el acoso no es solo de un tipo, sino que por ejemplo el laboral puede ser al mismo tiempo sexual, cuando un jefe se cree con derecho a poseer a persona, de que sea parte de su propiedad y que debe consentirle sexualmente si quiere conservar su trabajo e integridad física.
Otro caso a mencionar, que abarca instituciones corruptas, colectivos y educación, es el acoso sexual por parte de altos y bajos cargos de la Iglesia a niños y niñas. Estas personas que no se atrevían a hablar por miedo a ser juzgadas, esto es común en todas las víctimas. Ya que se suele juzgar a la víctima, culparla de su situación de inferioridad y que ser acosado es consecuencia de sus actos lo cual podría ejemplificarse con la vestimenta. Las víctimas de acoso sexual, de violaciones siempre han sido criticadas por su forma de vestir, que era muy provocadora y que en realidad lo estaba buscando, que ser violada y torturada es lo que quería.
Todo lo mencionado es solo la punta del iceberg, que no es muy grande, está en nuestras manos visibilizar. Denunciar ante las situaciones injustas, de acoso y velar por el bienestar común. Usar correctamente nuestras habilidades capacidades e inventos, la tecnología y las redes sociales se han convertido un arma para la lucha contra el acoso, una manera de comunicación y agrupación entre colectivos. Historias que inspiran a la gente a seguir adelante, discursos y hashtags como #MeToo, #NoesNo, #Vivasnosqueremos, #Niunamenos, #sororidad, etc.
Es el momento de reivindicar el derecho de igualdad, el avance de la sociedad depende de ello. En la sociedad actual está muy presente el progreso en todos los ámbitos como la ciencia. Está comprobado que sin discriminación, desigualdades y acoso se beneficia a toda la sociedad, pero el cambio viene de la mano de pequeñas acciones que inspiren y se extiendan por el mundo y se conviertan en una realidad del día a día. Influir en las personas para erradicar el acoso y que así y pueda dejar estar enfadada.
Como bien dice Jane Goodall, primatóloga, etóloga, antropóloga y mensajera de la paz de la ONU inglesa: Lo que tú haces marca una diferencia. Así que debes decidir qué tipo de diferencia quieres marcar en el mundo.