Cuando nos ocurren desgracias o tenemos frustraciones, no debemos dejar que esos sentimientos se acumulen y nos provoquen otros peores como la venganza. No podemos obsesionarnos con ello.
Por ejemplo, en la novela Valkiria del escritor aragonés David Lozano, Compu era un estudiante aparentemente normal, que estaba enamorado de su amiga Vega. Pero eso cambia cuando ella besa a otras personas y él no dice lo que siente al respecto. Le hace sentir vacío, como si todos pudieran hacer feliz a su amada, menos él. Aquello provoca una frustración, y la obsesión enfermiza viene después, convirtiéndola en un sentimiento de sanguinaria venganza que no hace más que acabar incluso con su vida.
Por eso, si trasladamos la anédota a la realidad, comprobamos que obsesionarnos con nuestro dolor y con quien o lo que lo produce, no nos proporciona nada bueno. Al final, sólo destruimos vidas; no solo las de los demás, también las nuestras.
En conclusión, debemos aceptar nuestros fallos, las desgracias… y luchar por solucionarlas o librarnos de ellas, para no volver a pensar en ellas más.
JAVIER SALVATIERRA. 4ºESO