Tortura, ensañamiento o crueldad son algunos de los rasgos que se pueden apreciar en la tauromaquia, lo que, desgraciadamente, aún no ha provocado su desaparición.
Es en estos grotescos, a la par que deleznables espectáculos donde mejor se puede ver la arrogancia del género humano: los espectadores disfrutan de la muerte de un ser considerado inferior, como todos los que no son como ellos, pero luego condenan escandalizados, por ejemplo, un festival tradicional chino en el que se sacrifican miles de perros para su posterior consumo. ¿Es posible mayor hipocresía?
Sabemos que esta costumbre tan española se remonta a la Edad Media, época bárbara y oscura donde las haya, lo que nos permite comprender su celebración. Sin embargo, debería ser impensable mantenerla en una sociedad que presume de ser tan avanzada como la nuestra.
Por otro lado, nunca falta el defensor convencido de este «noble arte», que esgrime como tesis que se trata de una tradición típicamente española, y que costumbres tan arraigadas no deben suprimirse, pues conforman nuestra identidad.Del mismo modo, habría que permitir cualquier tradición, aunque vulnerara los derechos humanos.
En definitiva, el toreo cuenta hoy en día con muchos adeptos a pesar de su irracionalidad. ¿Tradición o modernidad? La polémica está servida.
FÉLIX SERNA CALVO. 2º DE BACHILLERATO.