GRANDES OLVIDADAS. Por Julia Ortega.

Seguro que muchos de nosotros, y ojalá me esté equivicando, no hemos leído ningún artículo de muchas de estas mujeres que han sido tan importantes y, a la vez, tan reprimidas en el mundo de la medicina. Y, por desgracia, también han sido tan desconocidas ya que, a lo largo de la historia, los términos mujer y ciencia, raramente se han hallado unidos.

Y sí, he conjugado bien el verbo “hemos leído” y he empleado el pronombre “nosotros” porque, por desgracia, me incluyo en este asunto, en el hecho de desconocer a muchas de las mujeres que  han sido pioneras en el campo de la medicina, y que han sido ocultadas por la sociedad, o que no ha podido ser reconocido su éxito simplemente por el hecho de ser lo que eran, mujeres.

¿Qué vamos a saber nosotros de alguien que no sale ni en los libros de texto?

¿Qué vamos a saber de personas a las que no se les ha reconocido apenas ningún éxito y que el mérito se lo ha llevado otro hombre?

Pues bien, creo que ya es hora de que esto cambie y por ello he decidido hablar de dos mujeres que, a pesar de que nos suenen desconocidas, han realizado importantes avances en el mundo de la ciencia o han sido grandes pioneras en este campo.

En primer lugar Elizabeth Blackwell, primera mujer médica en el mundo. Nació el 3 de Febrero de 1821 en Brístol, Reino Unido. Elizabeth se unió a la causa abolicionista, a la defensa de los derechos de la mujer y el sufragismo.

Elizabeth Backwell

 

Fue, una experiencia personal la que le hizo cambiar de parecer acerca de su desagrado por la medicina: una amiga afectada por una enfermedad terminal le confesó que se habría sentido más a gusto si hubiera sido tratada por médicos mujeres, y este simple comentario fue el que hizo prender en Elizabeth la llama de la vocación. Con ayuda del reverendo Dickson, Elizabeth empezó a pedir plaza en todas las escuelas de medicina de Nueva York y Philadelphia, sin que ninguna la aceptara. Mientras tanto, empezó a estudiar anatomía bajo la dirección de Jonathan M. Allen.

Desencantada, Elizabeth pidió plaza en 12 escuelas menores. En 11 la rechazaron sin contemplaciones. La número 12 fue el Geneva Medical College, en el estado de  Nueva York. Allí, ante la sorprendente petición, decidieron someter el caso a la votación del resto de estudiantes, con la condición de que no sería admitida, si uno solo de los alumnos mostraba desacuerdo. En el fondo, estaban seguros de que sería rechazada. Casi como una broma, y convencidos de que ganaría el “no” o de que la candidata terminaría por desistir en su empeño, todos los estudiantes votaron que “sí” y Elizabeth fue admitida.

En 1857, con la ayuda de su hermana Emily, funda la New York Infirmary for Indigent Women and Children, atendida por personal exclusivamente femenino (entre otras cosas, porque la mayoría de colegas varones se negaron a colaborar con ellas).

Cansada de la oposición que habia recibido en Europa, decido fundar en Inglaterra la  London School of Medicine for Women, a pesar de su convicción de que hombres y mujeres debían recibir formación médica en las mismas escuelas

En segundo lujar, Margaret Sanger. Nacida el 14 de septiembre de 1879, en  Corning, Nueva York, Estados Unidos. A Margaret le aterraban las mujeres que se pasaban la vida dando a luz. Tanto, que hasta habló con Gandhi para tratar de convencerlo de que intentara introducir algún sistema de control de la natalidad en India, un país que todavía hace menos de 50 años combinaba un explosivo crecimiento en su población, con una enorme incapacidad para alimentarla.

Era enfermera y fundó la primera institución de planificación familiar de la historia y fue la principal promotora en favor de un fármaco que impidiera el embarazo, lo que la condujo a la cárcel.

Margaret Sanger

Un 1914, Margaret decidió iniciar una campaña activa de concienciación social sobre la necesidad de desarrollar métodos anticonceptivos que frenara aquel número exagerado de embarazos no deseados. Para ello fundó una revista femenina titulada La mujer rebelde (The Woman Rebel) en la que, bajo el lema “Sin dioses ni maestros” defendió la anticoncepción. Después de años de lucha, en 1951, Margaret conseguía financiación para avanzar en la investigación de la píldora anticonceptiva.